Esto, ahora sí, parece que es Boca

Esto, ahora sí, parece que es Boca


Boca estuvo a un poco más de un té, a seis minutos y el tiempo extra, de asestarle el primer golpe del fútbol sudamericano a Europa en el Mundial de Clubes 2025 (Palmeiras de Brasil y Porto de Portugal empataron 0–0 en otro partido de alto voltaje). Pero el Benfica portugués, rival en el debut del grupo C en el Hard Rock azul y amarillo de Miami, cuenta entre sus futbolistas –oh, qué sorpresa, dijo nunca nadie– con tres argentinos. Entre Ángel Di María –gol de penal tras la falta al pillo de Nicolás Otamendi–, el propio Otamendi –gol de cabeza tras un gran desmarque– y Gianluca Prestianni –el centrador del tiro de esquina– emparejaron el duelo.

Sí, fue un partidazo (dientes apretados y tres rojas). Sí, Boca es el primer equipo sudamericano que le mete más de un gol a un rival europeo en un Mundial de Clubes desde el mismísimo Boca ante el Milan de Italia en la final perdida en 2007 (4–2 en Yokohama, Japón). Sí, Boca se despabiló y se refrescó la cara que había exhibido durante el año (los jugadores terminaron con la camiseta empapada, más allá de la temperatura). Sí, Miguel Merentiel –siempre bestial–, Rodrigo Battaglia –goleador con tino– y Ayrton Costa se plantaron y se animaron a ir por más. Sí, sí, Lautaro Blanco desbordó con caño y centró para el gol de Merentiel como si él fuese el lateral izquierdo que pretende el Real Madrid (es Álvaro Carreras, el del Benfica). Sí, sí y sí a todo, pero el punto, como se dio la historia, sabe a yerba mala y el viernes toca el Bayern Munich.

Este párrafo es para Miguel Ángel Russo, 69 años, 2 meses y 7 días, el entrenador más veterano en dirigir a Boca y en este Mundial de Clubes. En un match plasmó lo que había dicho en la conferencia de prensa previa al Benfica: “Estamos en un camino simple: es el más difícil pero el más efectivo”. En el primer partido de su tercer ciclo como DT de Boca, Russo calibró los “momentos” y tomó “decisiones”. Sin siquiera amistosos previos, Boca se robusteceó en el plano defensivo –al anterior entrenador le resultaba una nimiedad–, presionó con los centrales sin amedrentarse, coordinó el centro neurálgico del mediocampo y, cuando encontró el flanco, corajeó hacia el frente. En síntesis: otra actitud –el famoso compromiso– y otra disciplina táctica: la de raspar y la de atacar directo y confiado.

El 2–2 no sólo fue un lamento miamense para Boca por la ventaja (2–0) y por el hombre de más desde el minuto 72, ya 2–1 (Nicolás Figal arruinó un regreso a la altura tras seis meses sin jugar por lesión con su expulsión a los 88), sino porque los tres puntos le hubiesen entregado un seguro para clasificarse a los octavos de final del Mundial de Clubes. Descontado el triunfo en el cierre del grupo ante el Auckland City –team semiprofesional de Nueva Zelanda con jugadores que pidieron vacaciones en sus trabajos para viajar a Estados Unidos–, el careo frente al Bayern será como escalar una cima (y una revancha de la Copa Intercontinental 2001 manoteada por los alemanes). Los muchachos del “ruso” Russo –como bien dijo Ayrton– preparan cuerdas, arneses, mosquetones y crampones. Adentro y afuera de la cancha, esto, ahora sí, parece que es Boca.

Esto, ahora sí, parece que es Boca



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