La historia de Platense, campeón por primera vez, contada por su periodista más prestigioso


Son muchos los orígenes posibles de un club de fútbol, pero es difícil de imaginar que exista alguno que se haya fundado prácticamente en un hipódromo. Así fue el nacimiento del Club Atlético Platense.

A mediados de octubre de 1904 -exactamente el día 16- se disputó una carrera más en el viejo Hipódromo Nacional. Un grupo de pibes -el mayor no había cumplido los 20 años- recibió el dato de que un caballo llamado Gay Simon “tenía” que ganar. Los chicos juntaron las pocas monedas que tenían y pudieron comprar apenas cinco boletos. Gay Simon ganó dejando un dividendo gigantesco. Pagó 89 pesos por boleto, la exorbitancia de 445 pesos.

Ahí nació la idea del club de fútbol, porque con esa plata podían comprar la pelota, ropa, tener dinero para movilizarse y algo más. Los pibes eran del viejo «barrio de las latas», zona de la Recoleta que poco tenía que ver con su forma francesa y coqueta de años posteriores. Se juntaron varias veces, hubo acuerdo y el 25 de mayo de 1905, en honor a la patria, le dieron forma al club. Le pusieron Platense, en homenaje al stud del caballo Gay Simon. Fijaron la primera «sede» en la casa de Garbagnati en Callao 2058 y las reuniones pasarían a hacerlas en la carbonería de Aliverti, en Posadas 1515.

En cuanto a sus colores -único equipo del fútbol profesional con camiseta marrón y blanca-, decidieron dejar de lado la primitiva chaqueta del jockey (azul y roja) y tampoco quisieron los colores del stud (roja con cuello y puños negros). En realidad, los encuentros iniciales los jugaron con una camiseta roja que tenía tres calamares negros estampados. El marrón y el blanco vinieron poco después, pero no tienen un origen claro, si bien algunos historiadores lo ubican en un distintivo del propio stud del dueño de Gay Simon.

Platense no tenía cancha propia, así que jugó sus primeros desafíos en la Plaza Japonesa, luego convertida en el viejo Parque Japonés de diversiones, ubicado cerca de la Estación Retiro. En 1906 se afiliaron a la Liga Central, donde enfrentaron por primera vez a Independiente y Banfield. El debut fue con una goleada al club 1° de Mayo por 5-0. El 25 de mayo de 1908, Platense inauguró su cancha empatando 3-3 con un cuadro llamado Salguero.

El terreno se había conseguido porque algunos empleados municipales lograron aflojar a un funcionario que les cedió el predio ubicado en la calle Blandengues (lo que hoy es Avenida del Libertador) y Manuela Pedraza. Lo emparejaron como pudieron, teniendo en cuenta que era zona inundable por su cercanía con el río. En ese lugar, Platense se ubicó con su flamante canchita junto a otros clubes recién nacidos, como Comercio, Libertarios Unidos (hoy Colegiales) y Kimberley. Fue en ese campo de juego, permanentemente embarrado, que al jugar varias veces seguidas con camiseta blanca nació el apodo calamares y también la idea de algún directivo de agregar una franja horizontal marrón.

Tras debutar oficialmente en mayo de 1910 ganándole a Olivos por la Copa Bullrich, el club de Núñez llegó a Primera en 1913, consiguió el segundo puesto en 1916 con un celebrado triunfo ante el invicto y poderoso multicampeón Racing y se mantuvo en la máxima categoría hasta 1955, cuando todos los equipos de barrio, porteños y suburbanos, ya habían bajado a la Primera B. Fue en ese contexto que el jugador Alberto Felisari jugó para la Selección Argentina, el 15 de agosto de 1916, cuando la albiceleste venció a Uruguay por 1-0 en el Parque Belvedere de Montevideo. Primer calamar seleccionado.

Platense jugó diez años en su terreno de Núñez y se mudó varias cuadras hacia el oeste, para situarse en la mítica esquina de Manuela Pedraza y Crámer, en 1917. El 9 de julio de ese año inauguró la cancha en un amistoso con Provincial de Rosario.

La historia de Platense, campeón por primera vez, contada por su periodista más prestigioso

Como explica el poeta tanguero Héctor Negro en el libro aniversario de los 75 años, “Manuela Pedraza y Crámer fue el primer templo tumultuoso y dominguero al que asistí en pos de la ceremonia largamente imaginada. El primer hervidero impregnado de leyenda que me tuvo por ávido testigo abismado de asombro. El descubrimiento del primer territorio de un mundo maravilloso y disperso, congregado al unísono sobre muchos rectángulos con pretensión de verde, pleno de incitantes promesas, imprevistas y presentidas a la vez. Fue la primera ruta —Crámer derecho—desde mi barrio rebosante de frondas, cercos y jardines, allí donde la frontera entre Belgrano y Colegiales se confundía entre rosales y malvones, ligustros prolijamente podados, campanillas ariscas y parrales que entoldaban agrietados patios«.

Su hincha más famoso fue Roberto Goyeneche y también hubo otro tanguero calamar, el respetado Edmundo Rivero. Sin embargo, el tango Platense lo entonó Floreal Ruiz -otra ilustre- allá por 1943 y enseguida se transformó en el himno del club: “Muchachada de Platense, cantaremos la canción, a los colores que viven, siempre en nuestro corazón y marchemos siempre unidos, con la fe puesta en triunfar, decididos a la victoria lograr”.

Platense, porteño y bonaerense

Platense tuvo su cancha -en un terreno que le alquiló durante más de 50 años a la familia Delcasse- y la perdió en 1971, cuando los hijos del viejo dueño decidieron repartir la herencia, o sea el terreno. Penó ocho temporadas por diferentes estadios -casi siempre jugó en Atlanta- y el 22 de julio de 1979 volvió a tener hogar. En medio de su cotidiana lucha por mantenerse en Primera A, inauguró el estadio Ciudad de Vicente López, enclavado de cara a la Avenida General Paz.

Porteño y bonaerense al mismo tiempo, pero siempre calamar, el apodo que lo acompaña desde principios del siglo pasado. Es que en la vieja canchita cercana al río, los muchachos jugaban y se embarraban seguido. Fue un periodista, Antonio Palacio Zino, en 1908, quien escribió en un diario de la época que “parecen calamares en su tinta”, porque el marrón lo teñía todo.

Nunca cambió su camiseta, por eso el grito de guerra de su gente es el “dale marrón”. Alguna vez, Platense jugó con camiseta azul, verde o roja, pero fueron simples accidentes. El marrón y el blanco, de formas y combinaciones hasta inverosímiles, han sido su vestimenta natural, que lo diferencia de todos sus rivales. «



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