Alessandro Tione –27 años, con padre hincha del Milan, abuelo del Inter y hermana de la Juventus– nació al año siguiente de que Diego Maradona se retirara como profesional (y siete más tarde de su último partido en el Napoli, en 1991). Napolitano del Napoli a pesar de llamarse Alessandro por Del Piero –una elección de la sorella de la Juventus–, Tione registró en fotos, de 2018 a 2023, “los tributos espontáneos y las muestras de amor” hacia Maradona en su ciudad, no “la comercialización de los negocios y el marketing para el turismo”. En Religione Monoteistica, fanzine social y antropológico con 60 fotos, Tione documentó el primer mural dedicado a Maradona en Napoli, obra de un artista palestino. Y que la iconografía cambió después de la partida terrenal: de 2018 al 25 de noviembre de 2020, un Diego futbolista, en una dimensión humana, y desde entonces, la un Diego santo, en altares, alado y aureolado, divino, una cara más entre las de Jesucristo y familiares fallecidos.
Si tras el título de la Serie A 2022/23 –primer Scudetto sin Maradona, 33 años después del último del Napoli–, la imagen de Diego se mezcló entre la de los jugadores campeones en banderas y pósters como uno más de ellos, lo que siguió fueron ofrendas a un Dios. En la fachada de una panadería, Tione captura una frase escrita con fibrón sobre un póster: “Por siempre con nosotros. Chau, Diego”. Y en un mural callejero, un mensaje hacia el más allá: “Gracias Diego porque le enseñaste a todo el mundo que también un chico de barrio puede convertirse en un mito”. Este martes se cumplirán cinco años del (a)diós de “un napolitano que por error había nacido en Argentina”, como dijo el filósofo napolitano Luciano De Crescenzo, mucho antes de la santificación en Napoli.
No hay mayor simbiosis: Maradona y Napoli. pic.twitter.com/ZXlKHj86hg
— Roberto Parrottino (@rparrottino) June 19, 2020
Pero si en Argentina el juicio que investigaba las circunstancias alrededor de su muerte se suspendió por la grabación de la jueza de un documental propio, el Stadio Diego Armando Maradona en Napoli –el mítico San Paolo de Italia 1990– corre riesgo de no ser sede de la Eurocopa 2032, en conflicto entre el club y el ayuntamiento de Napoli. “El estadio Diego Armando Maradona es una porquería. Es viejo, con una pista de atletismo que no es la mejor para los espectadores e incluso un foso que mantiene a la gente aún más lejos”, lanzó el presidente del Napoli, Aurelio De Laurentiis, en Milán, durante el Football Business Forum 2025 en la Universidad Bocconi. El ayuntamiento planea una remodelación para la Euro. De Laurentiis pretende construir un nuevo estadio. La blasfemia del fútbol moderno contra un patrimonio de la divinidad.
El fotógrafo Tione –anillo en el dedo con la inscripción “Napoli”– expuso su tesis en Buenos Aires en el marco del “Congreso Internacional sobre Maradona” en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), celebrado el 6, 7 y 8 de noviembre, una serie de “aproximaciones a un universo inabarcable”, como lo describieron los organizadores de la revista Meta. La mesa “Diego y Napoli: una historia de amor desde el sur” en un aula desbordada del primer piso de Sociales también la integró Massimiliano Verde, presidente de la Academia Napolitana.
Verde, historiador, llegó por primera vez a Argentina. Fue a “tocar la tierra santa” de Villa Fiorito. Y se movió por Buenos Aires con un mate celeste entre las manos, tan celeste como la camiseta, el cielo y la costa mediterránea de Napoli. “Soy hijo de la inmigración en la propia Italia. Fui por trabajo a Turín casi diez años, y alllllá –abrió su presentación, en la que remarcó cada ‘ll’ y ‘y’, a lo argentino– aprendí aún más qué significa ser napolitano. Alllllá aprendí el malestar de vivir en un país profundamente racista como es Italia”.
Napoli es Maradona. pic.twitter.com/wfY0Er52RK
— Roberto Parrottino (@rparrottino) April 30, 2023
Maradona aterrizó en 1984 a una “cancha social” de una Napoli “atropellada por el terremoto, una herida no sólo física, sino moral”, explicó Verde, para convertirse en un “terrone”. “Atropellada”, además, “por la dictadura militar con sus enlaces políticos con la Camorra”, pero también Diego se encontró con “una tierra siempre rebelde, anárquica y opositora a cada tipo de terrorismo y criminalidad”. Verde citó a “Los cuatro días de Nápoles” de 1943, cuando el pueblo se levantó contra la ocupación nazi antes de la llegada de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, cuando “el pueblo organizó la resistencia antifascista en lengua napolitana”.
“No obstante toda esta crisis social, Diego entiende de inmediato, entre y con los villllleros napolitanos, que no se trata una cancha y ya basta, sino de una batalla social. ¿Qué dice? ‘Yo quiero ser el ídolo de los niños de Napoli porque era como ellos cuando estaba en Fiorito’”, continuó Verde, y enfatizó: “Nosotros los napolitanos, porque él también se sentía napolitano, hemos hecho siempre todo contra todos. ¿Qué significa esto? Que también luchamos contra el poder de la Liga. Para nosotros, como para ustedes fue ganar contra Inglaterra en México una reivindicación del pueblo argentino por las Malvinas, fue ganar el primer Scudetto no de Italia, no ser campeón de Italia, sino campeón en Italia. Diego no le da dignidad al pueblo napolitano. Diego, con sus goles, lo despierta, lo reivindica, lo impulsa en el honor y la dignidad de lo que Massimo Troisi, actor napolitano, decía: ‘Yo soy napolitano, ni tengo que explicarlo ni demostrarlo’. Eso ha sido para nosotros Maradona”.
No sin antes recordar a su nonna Antonieta, quien decía en napolitano “Maradooooona no era el que goleaba, pero permitía a su equipo golear”, Verde exhortó: “Para proteger con respeto todo lo que ha significado, lo que significa y lo que significará, tenemos que tener cuidado tanto en la Argentina –la parte que lo quiere– como en Napoli, de que por favor Diego no se convierta en un juguete de Disney o de McDonald’s, porque ni Napoli ni Argentina ni Diego son productos capitalistas de homologación y de comercialización”.
Perseverancia («Fue la mano de Dios», Paolo Sorrentino). pic.twitter.com/8O6sPeeEVh
— Roberto Parrottino (@rparrottino) January 5, 2022
Primero con Parténope, antigua polis griega en la zona a finales del siglo VIII a.C., y luego con la fundación de Neápolis (“Ciudad Nueva”), centro de la Magna Grecia, un área de colonias en el sur de la actual península itálica, Napoli es una ciudad–santuario, politeísta, afectada por Zeus y las divinidades (San Gennaro es un santo mártir que tuvo que reconocer la Iglesia Católica). Hoy, Maradona, en las paredes de las calles de la ciudad, aparece al lado –y a veces más grande– que San Gennaro. Su mural de Quartieri Spagnoli, inaugurado tras el Scudetto 1989/90, es el segundo monumento más visitado de Italia después del Coliseo (y es gratis).
En Argentina, el jueves se conmemoraron los 180 años de la Batalla de la Vuelta de Obligado (1845), símbolo de la soberanía, cuando la Confederación Argentina expulsó a las marinas invasoras del Imperio británico y Francia. En 1852, en el proyecto de Constitución impulsado por Juan Manuel de Rosas, redactado por Pedro de Angelis, el artículo cinco ya hablaba de “hacer valer los derechos sobre las Malvinas, ilegalmente ocupadas por fuerzas extranjeras”. Pero Rosas cayó. De Angelis había nacido en Napoli.
Mauro Greco, doctor en Sociales y docente en la Universidad de las Artes, publicó una semana después del Congreso sobre Maradona en Buenos Aires un artículo en la Journal of Iberian and Latin American Studies: “Un muerto que no deja de nacer: fantasmas maradonianos, hauntologías sudamericanas y el obstinado deseo del empobrecido sur de sentirse orgulloso de sí mismo”. Greco escribe: “Maradona nunca se fue del todo. Permanece en calles, murales, imaginario colectivo. Presencia inquieta que se resiste a desaparecer. Su influencia en el arte refleja heridas profundas e irresueltas en la sociedad argentina que, como gran parte del sur global, ha visto frustrados sus sueños políticos. El resurgimiento de mitos como ‘Argentina potencia mundial’, la pérdida del estado de bienestar y el trauma de la Guerra de las Malvinas demuestran que Maradona nunca fue solo un futbolista; fue un símbolo de la añoranza colectiva, un fantasma que aún exige ser tenido en cuenta”. En Napoli, sur de Italia, Maradona ha sido ungido. “D10S”.
