“Polosecki le daba voz a los sin voz, todo lo contrario a los ridículos de Jony Viale, Majul y Trebucq”


Admirado por su aporte al periodismo, Fabián Polosecki sin duda marcó un estilo: con una curiosidad sensible y capacidad de escucha revolucionó en los años ‘90 la forma de contar historias y hacer televisión, dando voz a quienes quizás antes nadie les preguntaba nada: vendedores ambulantes, maquinistas de trenes, gitanos, murgueros, barrabravas, corredores de picadas, policías, ladrones, putas, travestis y presos, entre otros. Por eso, en el marco de los 40 años de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, se lo recordará este viernes en la Facultad de Ciencias Sociales.

El homenaje a «Polito», como le decían los amigos, contará con testimonios de primera mano de quienes compartieron con él algunos momentos, para explicar lo que representa para la profesión (hoy tan atacada por sectores del poder y de la derecha), su figura y su legado. Participarán Máximo Eseverri, secretario Académico de la Maestría en Periodismo de la Facultad de Sociales; Martina Miravalles, compañera de militancia y ex pareja de Fabián Polosecki; el periodista y escritor Ignacio Portela, autor junto a Hugo Montero de Polo. El buscador (editorial Sudestada); y el periodista Ricardo Ragendorfer, quien trabajó con Polo en el diario Sur e integró los primeros equipos de investigación de El otro lado, el emblemático programa del periodista.

Polosecki nació en 1964 y falleció en 1996. Trabajó en la revista Radiolandia, el diario Sur y la revista Fierro, además de su paso por la televisión como periodista de investigación en el programa Rebelde sin pausa, conducido por Roberto Pettinato. Entre 1993 y 1994, Polosecki llevó adelante El otro lado, y en 1995, El visitante, dos ciclos que se convirtieron en referencia por su enfoque innovador y su mirada sobre los márgenes de la sociedad.

“Creo que merece un homenaje por varias razones. En ese sentido, no puedo mostrarme demasiado objetivo al respecto porque cuando fui amigo de Polo y trabajamos juntos estábamos lejos de creer que muchos años después su figura merecería un homenaje. Lamentablemente es así. Digo «lamentablemente» porque ya no está más entre nosotros, cosa que nosotros en ese momento tampoco pensábamos”, puntualiza Ragendorfer.

Ricardo Ragendorfer: “Polosecki le daba voz a los sin voz, todo lo contrario a los ridículos de Jony Viale, Majul y Trebucq”
La inconfundible imagen de

-¿Qué hacía diferente a Polosecki como periodista?

-Desde luego que su figura y su aporte a la narrativa periodística merecen este homenaje. Creo que él tenía un encuadre visual de la historia que quería contar. Y por otra parte tenía algo que le correspondía fundamentalmente a su manera de ser. La diferencia la hacía con su manera de aproximarse al otro: era su forma de preguntar, su forma de entrevistar. Sabía callar y esperar. Mucha gente llegó a decir en ese momento que en su estilo de entrevistador Polo tenía algo de Jesús Quintero, que era un periodista español, que en ese momento tenía algún que otro programa en la televisión argentina. Pero no era así. Al gallego apenas lo conocíamos de verlo de vez en cuando y de manera incompleta por televisión: y francamente no le dimos mucha bola. Su máxima gracia era anunciar un corte y dejar la cámara funcionando algunos minutos más, entonces el entrevistado se soltaba y decía cosas que tal vez no irían en cámara. Nada más que eso. Y Polo nunca haría eso. La forma de entrevistar de Polito, en realidad, tenía una influencia muy precisa y de un personaje que nos gustaba y siempre dijimos que era un crack para sacar historias: Roberto Galán. En Yo me quiero casar y usted, el tipo sentaba a tres adultos mayores y otras tres adultas mayores, a los cuales, con pequeñas preguntas, con pequeñas interjecciones, etcétera, les arrancaba de una manera magistral seis historias de vida alucinantes. Y de algún modo, nos marcó y aplicamos alguna técnica de Don Roberto. Sin imitarlo, porque una cosa es tener una influencia y otra cosa es imitar. Era sin imitarlo. Fabián tenía esa destreza, de sacar con sutilezas lo que el otro tenía para decir. Ahí marcó la diferencia, más allá del enfoque de mirar a personajes fuera del radar, claro.

Ricardo Ragendorfer: “Polosecki le daba voz a los sin voz, todo lo contrario a los ridículos de Jony Viale, Majul y Trebucq”
Ricardo Ragendorfer.

-¿Cómo recordás el trabajo juntos?

-Cuando me dijo si quería ser investigador periodístico de un programa, no nos dábamos cuenta de que era algo diferente. Para nosotros fue una especie de juego: él y yo veníamos del periodismo gráfico, y el equipo técnico estaba formado por pibes que pertenecían, o venían, mejor dicho, de la Escuela de Cine de Avellaneda. Y lo que nos unía era que teníamos una amistad previa. En consecuencia, aquella fue una aventura entre amigos y también fue una aventura periodística porque, de algún modo, ese programa -o mejor dicho el aporte de ese programa- fue haber puesto en marcha una nueva narrativa televisiva, cosa que nosotros no estábamos muy conscientes de estar haciendo. Nuestra principal preocupación era hacer algo más o menos decente y que saliera de una manera decorosa. Pero te vuelvo a repetir: fue una aventura, fue un juego al cual además le pusimos toda una serie de elementos que correspondían fundamentalmente a nuestros gustos literarios y artísticos: la música, la historieta. Había, digamos, muchas viñetas de historieta filmadas, que tenían ese espíritu, y fundamentalmente nos gustaba mucho la novela negra. Tenía toda una estética de novela negra. Era intentar entrar en ese registro.

-¿Te acordás cómo fue que lo conociste?

-Sí. En realidad nos conocimos pocos días antes de trabajar en el diario Sur, aquel matutino que dirigía Eduardo Luis Duhalde. Nos conocimos por amigos en común. No me acuerdo si fue en el famoso recital de Amnesty en la cancha de River o en algún recital de los Redondos. Fue en un recital. Y días después nos volvimos a encontrar en la puerta de Sur: yo hacía ahí policiales y Polito, espectáculos. Ahí empezamos a ser amigos y nos íbamos a caminar por la calle Corrientes, a recorrer el centro. Él empezó a hacer unos microprogramas en ATC, cuando Sofovich estaba a cargo, y luego eso se transformó en un programa de una hora.

-¿Qué periodismo haría Polo en estos tiempos de Milei?

-Mirá, no lo sé, es una especulación contrafáctica esa. Tal vez ni siquiera se dedicaría ahora al periodismo, vaya uno a saber. Aunque supongo que sí, intentaría hacer algo novedoso. Supongo que jamás se hubiera convertido en uno de los imbéciles que actualmente circulan por los medios audiovisuales, pero vuelvo a decir que me cuesta imaginar qué harían ahora las personas que ya no están acá, y que ya no están desde hace tanto tiempo.

-¿Pero recordarlo ayuda a reflexionar un poco sobre la actualidad, con Milei y los sectores de derecha atacando a la prensa como a un enemigo? Está contra los actores, contra las empanadas de Darín, contra todo lo que se escuche diferente…

-Mirá, no solo desde el punto de vista del periodismo, sino desde todos los puntos de vista. Esta es una pesadilla distópica. Esto no quiere decir que en otras épocas no hubo periodismo tan miserable como el rol que hoy hacen personajillos como, qué sé yo, Jony Viale o Majul. En la época de la guerra de las Malvinas, acordate de Gómez Fuentes: en esta época se sentiría a sus anchas, por ejemplo. Siempre hubo periodistas manipuladores de la información cercanos a los poderes. Qué sé yo, Mariano Grondona era un tipo con cierta solvencia cultural que hacía que no resultara tan ridículo como estos muchachos, no sé, como Trebuck. Tenía otra sutileza para jugar para la vereda de enfrente.

-¿Hoy con los medios digitales y las redes atacan al periodismo de calidad?

-Siempre los cambios modificaron las formas de trabajar. Ahora sucede lo mismo con los medios digitales: de algún modo se llevaron puestos lo que podríamos llamar lo tradicional, pero sigue siendo escrito. El tema es que la decadencia no tiene tanto que ver con la tecnología, sino más con la situación actual del mundo. El periodismo y sus contenidos son mucho más miserables, más precarios, más incompletos, más mediocres que en otros tiempos, pero no por una cuestión tecnológica o de soporte, sino por una cuestión sociopolítica. Entonces hay herramientas de las que se abusa: las redes sociales, si bien por un lado democratizan la comunicación, permiten que cualquier idiota se pueda expresar. Pero por suerte hubo gente como Polo para marcar un poco el camino que perdimos.

-¿El homenaje es una manera de repensar su trabajo?

-Sin dudas. Supongo que es la utilización más provechosa que se puede hacer de un homenaje, ¿no? La palabra «homenaje» a mí me remite a los actos escolares, en los días patrios. Pero si más allá de lo solemne esto sirviera para repensar, en particular, la patria, bienvenido sea. Pero por lo general no es así. Lo importante es repensar las obras de personas como Polito. Hay muchos homenajeados que, francamente, no merecen ser homenajeados. Pero Polo es uno de los verdaderos merecedores de homenaje. El hecho de poder ganarte ese lugar tiene un juez implacable: es el tiempo. Y eso va más allá de la voluntad de los homenajeadores. Si alguien merece ser homenajeado a tantos años de lo último que dijeron, es que sigue teniendo cosas que decir.

Homenaje a Fabián Polosecki

Participan Ricardo Ragendorfer, Martina Miravalles, Ignacio Portela y Máximo Eseverri. Invita SIPreBA. Con entrada libre y gratuita. Viernes 13 de junio a las 19 en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Santiago del Estero 1029.



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