Ya lo sabía Shakespeare: de los efectos de la buena ficción y de las consecuencias arrasadoras del arte no se vuelve atrás. Eran tiempos de Isabel y, para legitimar a los Tudor, se hacía necesario defenestrar a la Casa York. Entonces poco importaba cómo había sido Ricardo III en realidad. Lo que iba a perdurar para la memoria histórica era el ser cruel, despiadado, asesino serial de niños y jorobado que imaginó el vate inglés en la tragedia homónima.
Desde que primero Hollywood y luego el streaming popularizaron las biopics, quedó claro que una imagen vale más que mil palabras y que la visión de un personaje histórico o artístico puede quedar empañada para siempre a partir de la perspectiva que se ofrece en determinada biografía cinematográfica o televisiva. Así, Jim Morrison devino un sujeto obsesionado con las drogas, el alcohol y la muerte luego de que Oliver Stone lo retratara de esa manera en la película The Doors. En su momento, Mark Zuckerberg se quejó de que en Red social se redujera su genialidad y se postulara que había creado Facebook tras un desengaño amoroso, y solo para conseguir mujeres o entrar a determinados clubes. Ni hablar de Margaret Thatcher, que en la película protagonizada por Meryl Streep pasa la mayor parte de la cinta acuciada por problemas de salud, sola y en situación de demencia, más que como la indestructible Dama de Hierro o como una de las más dañinas líderes políticas de derecha del siglo XX.
Pero el poder destructivo de la ficción se manifiesta aún más cuando parientes o amantes despechados utilizan la biopic como mecanismo o arma de venganza. En las lides musicales, ya lo aprendió el futbolista Gerard Piqué tras las últimas canciones que le dedicó Shakira. Sin embargo, la cantante colombiana tiene numerosos antecedentes en el séptimo arte.

Así, la extensa y prolífica carrera artística de Joan Crawford quedó irremediablemente manchada luego de que Faye Dunaway la encarnara en Mamita querida (Perry, 1981), revelando los maltratos a los que sometió a su prole. La escena cúspide de la película, basada en las memorias de la hija adoptiva de Crawford, es aquella en la que la terrible madre reprende a la pequeña Christina por colgar la ropa de manera inadecuada y la golpea con perchas. De manera análoga, la biopic de Luis Miguel —que contó con la autorización del cantante— terminó de condenar a Luisito Rey no solo como padre abusivo y explotador, sino también como posible autor de la muerte de la madre de “El Rey Sol”.
La tradición de la biopic como revancha continúa y parece consolidarse como tendencia en el streaming. La venganza, ese placer aparentemente reservado a los dioses, se cierne y baja del pedestal a ídolos incuestionables.
Basada en el bestseller Elvis y yo de Priscilla Presley, Priscilla de Sofía Coppola (HBO Max) desmitifica al rey del rock and roll y lo reduce al punto de llevarlo a un segundo plano, incluso desde el título de la ficción biográfica. La película constituye un caso inédito: ninguna de las canciones del artista estadounidense se escucha. La biopic se centra en la relación, plagada de abusos, entre Elvis y Priscilla Beaulieu. Cuando se conocen, el mítico cantante tiene veinticuatro años y ella es una colegiala de catorce. Coppola narra más que una situación de pedofilia: muestra un rapto legal consentido por los padres de la menor y los familiares del “novio”, expuesto además por los medios de comunicación de la época. En Priscilla, el ser atormentado, inestable e irresponsable que es Elvis anula y cosifica a la mujer: le dicta cómo vestirse, cómo peinarse y cómo tener relaciones sexuales. Ya casados, la agrede una noche en Las Vegas. A partir de estas imágenes, Priscilla Presley denuncia y ajusta cuentas con su exmarido, derribando un mito.

Notable es también el camino que recorre Chespirito: sin querer queriendo (HBO Max). La miniserie de ocho episodios, creada y escrita por Roberto Gómez Fernández y Paulina Gómez Fernández, realiza un doble movimiento: narra el ascenso y la carrera de Roberto Gómez Bolaños —mentor de inolvidables creaciones televisivas como El Chavo y El Chapulín Colorado— y rescata a una gran olvidada: Graciela Fernández, primera esposa de Bolaños y madre de los guionistas. Aparece como madre abnegada de seis hijos y apoyo incondicional de Bolaños en tiempos difíciles. Pero, a la vez, la ficción biográfica constituye una revancha contra Florinda Meza, la mujer por la cual Bolaños abandonó a su familia. El personaje de Meza aparece negativizado y como la principal villana, mientras la figura de Chespirito se desluce y queda desprestigiada.
Finalmente, Better man: la historia de Robbie Williams (Amazon Prime Video) constituye casi una anti-biopic. Con la anuencia de Williams, el director Michael Gracey toma la arriesgada decisión de que el artista sea interpretado por un chimpancé realizado con CGI usando captura de movimiento. Entre las motivaciones de Williams podría estar la revancha contra todo un sistema discográfico —productores, letristas, editores, managers, ingenieros de sonido, abogados y fans— que, según él, lo habían “arrastrado para actuar como un mono”. El director refuerza la analogía: el chimpancé debe subir al escenario y brindar un buen show pese a su cansancio, su estado de ánimo o preferencias.
A contrapelo de las biopics autorizadas, Better man se centra en los aspectos más oscuros de la personalidad del cantante —depresiones, adicción a las drogas— consecuencia no solo del abandono del padre en su infancia, sino también de los efectos destructivos y devastadores de la industria discográfica. «
