El jueves pasado el gobierno nacional anunció con bombos y platillos una inversión privada de hasta 25 mil millones de dólares para la construcción de un centro de datos en la Patagonia que estaría disponible hacia 2027.
Los protagonistas del anuncio son la firma OpenAI, responsable del popular ChatGPT, y una ignota empresa de Estados Unidos, Sur Energy. No obstante su escaso andar, Sur Energy será la encargada de crear las condiciones financieras que permitan la construcción del proyecto y su posterior operación, mientras que OpenAI garantizará la compra de buena parte de la capacidad de cómputo, que es el servicio que ofrece un centro de datos.
Factores
El principal factor de este anuncio es la necesidad de OpenAI de capacidad de cómputo que necesita para satisfacer la demanda de usuarios de su producto estrella, ChatGPT, y otros similares. Cada instrucción o pregunta a esos modelos de lenguaje largo implica una cantidad de operaciones de cómputo que se realizan en los centros de datos.
Según Natalia Zuazo, periodista especializada en tecnopolítica, la falta de data centers se ha transformado en un cuello de botella para el negocio de la inteligencia artificial. OpenAI no tiene capacidad propia de procesamiento y depende de Microsoft. En función de los pronósticos de crecimiento de la demanda de los usuarios, la construcción de nuevos centros de datos se ha vuelto una carrera contra el tiempo. El riesgo es que los modelos no respondan o lo hagan con una gran demora.
“Fundamentalmente, para construir un centro de datos, lo que se necesita es agua”, dice Zuazo. Al estar realizando tareas de cómputo las 24 horas, los miles de chips que trabajan en simultáneo levantan temperaturas muy elevadas. El enfriamiento es esencial, de allí la necesidad de agua en cantidades.
Los dueños de los centros de datos se defienden asegurando que las nuevas tecnologías de construcción les permiten limitar al máximo el uso de agua por medio de circuitos cerrados. Sin embargo, instalan estas fábricas de cómputo al lado de los ríos y lagos. De hecho, se menciona que éste se ubicará a la vera del río Limay y del embalse de Piedra del Águila, de donde provendría parte de la energía que necesita para funcionar.
La Patagonia ha sido escenario de conflictos sociales agudos por la escasez de agua. La falta de lluvias y el exceso de explotación están secando los lagos Musters y Colhué Huapi, en el norte de Chubut.
Al uso masivo del agua, le sigue el problema del cobro. Zuazo duda de la voluntad del gobierno nacional de pedir lo que corresponde: “En el caso que efectivamente tengamos para proveer recursos naturales para los centros de datos, el tema es si les cobraremos el mismo precio que otros países o si les permitiremos a las empresas llevarse esos recursos por muy poca plata, con beneficios”.
Zuazo hace referencia a que este proyecto estará dentro del paraguas legal del RIGI, que otorga estabilidad tributaria durante 30 años además de beneficios impositivos y cambiarios.
En ese sentido, Zuazo advierte: “Tenemos que preguntarnos qué lugar queremos tener en la cadena de valor de la inteligencia artificial, si sólo queremos proveer materias primas o también proveer otros tipos de desarrollos”. «