Hay noches en que la pelota no quiere quedarse quieta. En que la memoria pica al espacio y vos, de puro instinto, levantás la cabeza y lo ves: rulos despeinados, sonrisa de potrero, mirada de pibe que sabe que con una gambeta puede cambiar la historia. Diego Armando Maradona otra vez en la cancha, aunque esta vez sale a la cancha desde la palabra.
Porque Diego no se fue. Está en la voz de Nelson Ibarra que canta un tango como si acariciara una pelota. Está en los dedos de Leandro Coratella, que en cada acorde mete un pase cortito y al pie. Está en Hernán Russo Zyseskind, que lo baja de pecho en cada cuento y lo devuelve a la tribuna con poesía.
Russo lo dice como quien clava un gol en el ángulo: “No me voy a permitir un mundo sin Maradona. Diego fue único, no solo como futbolista, sino como personalidad en la historia de la humanidad. El final no es final: es eternidad”.

En sus inicios, como cuenta Russo, “incluso los más maradonianos no sabían mucho de esa etapa”. Con su libro Dioses Argentinos, él abrió esa puerta y mostró al Diego que todavía no era D10S, pero ya jugaba como si lo fuera. “Se hizo conocida la historia de sus inicios, una historia que estaba un poco perdida… y a través del libro uno pudo meterse en el mundo maradoniano para contar ese Maradona”, recuerda.
Entre un relato y otro, el tango entra como un pase de zurda mágica inmortal. El dos por cuatro se mezcla con el aplauso, con la sonrisa emocionada de la gente. Cantarle a Diego es como meter un gol que vale por mil, de esos que cambian el partido.
Y en el medio, inevitablemente, aparece la imagen eterna: Diego arrancando desde mitad de cancha, dejando ingleses tirados en el camino y, como si gambetear a Shilton fuera una forma de escribir poesía, empujando la pelota a la red para siempre. Ese segundo gol a los ingleses, el gol del siglo, es la metáfora perfecta de lo que significa Maradonizando el Mundo: animarse a gambetearlo todo, incluso lo imposible.
En esas noches de bar, entre amigos y tangos, nació Maradonizando el Mundo. El show vio la luz el 10 de mayo de 2025 en el teatro Otamendi de San Fernando, como un homenaje vivo a D10S, y desde entonces Hernán Russo Zyseskind, Nelson Ibarra y Leandro Coratella lo llevan de potrero en potrero cultural, mezclando poesía, literatura, música y fútbol.
Mañana, sábado 16 de agosto a las 21 horas, la pelota vuelve a rodar en el Espacio Cultural Buenos Aires, sobre calle Buenos Aires 2100, Vicente López, en un nuevo encuentro para seguir gambeteando el olvido, como Diego gambeteó a Shilton en el gol del siglo.
Ahí también está el Diego irreverente que no se callaba ante los poderosos. El que levantó la copa del pueblo y la llenó de barro y gloria. El que en cada partido jugaba para los que no podían pagar una entrada.

Porque Maradonizando el Mundo no es un show: es un potrero abierto donde cualquiera puede entrar a jugar. Es un lugar donde Diego todavía pide la pelota al pie, encara, se saca de encima a medio equipo rival y, antes de definir, mira de reojo a los suyos, como diciendo: “Este gol es de todos”.
El silbato final nunca llega. El partido sigue. Diego sigue. Gambeteando el olvido, metiendo goles de zurda, cantando tangos sin micrófono, abrazando a los suyos. Porque mientras alguien lo nombre, mientras una guitarra le toque un acorde y alguien escriba su historia, Diego seguirá acarciando la pelota de zurda.