El humor nace de todas las cosas que están mal


Cautivó en su Uruguay natal siendo muy joven en el mítico ciclo Telecataplum. En su extenso currículum aparecen trabajos con figuras populares rutilantes, como Antonio Gasalla, Tato Bores y Alberto Olmedo, entre muchos otros. Sin embargo, Gabriela Acher encontró su verdadero lugar en el mundo con unipersonales basados en libros de autoría propia.
Su desopilante y sagaz mirada del mundo en general, y del femenino en particular, se expresa actualmente en ¿Qué hace una chica como yo en una edad como esta?, su quinta obra. El 30 de agosto podrá verse en el santafesino Teatro Regina, el 23 en el Teatro Melany de Mar del Plata y el 14 de septiembre en el Teatro Marín de San Isidro.

—En esta obra representás a una especialista que da consejos en una charla TED online. ¿Cómo te llevás con la tecnología y los nuevos formatos?

—Siempre me gustó la tecnología. Ahora estoy entusiasmada con la Inteligencia Artificial, ofrece muchas posibilidades para experimentar.

—¿No la ves como una competencia a la hora de escribir tus obras?

—Quiero creer que hay un punto donde la tecnología no puede llegar y es esta creatividad que una va desarrollando a lo largo del tiempo y del contacto con el público.

—¿Se llevarán bien la IA y el humor?

—No sé hasta qué punto puede escribir un libreto humorístico, pero siento que puede ser una herramienta maravillosa en manos de un artista. Por ahora, no tengo miedo de que me suplante. ¡Quiero que sea mi esclava! (risas).

—¿Cómo te definirías? ¿Actriz, humorista, comediante, guionista?

—Humorista me gusta más que actriz. A veces pienso que me pasé 50 años perdiendo el tiempo con la televisión hasta que pude encontrar este formato de unipersonal escrito por mí, con mi humor, hecho a mi medida.

—¿Cómo nació la humorista?

—Nació por una necesidad de hacer reír a mi mamá, que era muy dramática. Siempre estaba preocupada por algo. Me gusta definirla con un mensaje que me dejó una vez en el contestador: “Andá preocupándote. Después te explico”. Hasta el día de hoy, no hay nada que me guste más que reírme.

—De no ser humorista, ¿qué hubieras sido?

—Siempre me atrajo mucho la ciencia. De muy jovencita me caí de una claraboya porque me quería escapar de mi casa. Atravesé una ventana y caí como de dos pisos. Un cirujano extraordinario me operó y me hizo recuperar la mano, se me habían cortado las venas y casi la pierdo.

—¿Llegaste a estudiar algo en ese rubro?

—Empecé a hacer un curso de instrumentista. Estuve en varias operaciones, pero se cruzaban mucho con los horarios de la actuación, y la actriz se impuso.

—¿Tenés algún hobby?

—Me gusta nadar más que ninguna otra cosa en el mundo. Nací y moriré en el mar. Mi felicidad más grande es hacer snorkel y estar con los pececitos. He viajado a muchas partes del mundo solo para ver peces de otros lugares. Con la natación me siento saludable y afirmo la alegría de estar viva.

—¿Cuál es el mejor mar en el que nadaste?

—Me volvió loca uno que tenía un arrecife de coral en el Mar Rojo, en Eilat, en el sur de Israel. Nunca vi nada igual.

—¿Es más fácil o más difícil hacer reír en tiempos de crisis?

—Cuanto más difícil es la situación, más necesidad de reírse tiene la gente. Pero el público siempre se mata de risa en mis espectáculos sin importar la época. Reír es necesario para descomprimir el dolor de la existencia.

—¿De dónde sale el humor?

—Se basa en el dolor. En un mundo perfecto, el humor no tendría razón de ser. El humor nace de todas las cosas que están mal. Por eso es tan necesario.

—De todos los artistas con los que trabajaste, ¿de quién aprendiste más?

—De Antonio Gasalla, que para mí es el mejor actor cómico del universo. Nunca hubo ni habrá nadie como él. Por supuesto, de Tato Bores, que me dio muchas pautas para el monólogo. De la época de Telecataplum, aprendí sobre todo de los libretistas Jorge y Daniel Scheck, a quienes admiraba porque hacían un humor inteligente.  «

Ping pong con Gabriela Acher



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