Mi viejo siempre fue una inspiración  y me alentó a buscar mi propio camino


Nació el 18 de abril de 1983 en Rosario y es hijo del escritor y humorista Roberto Fontanarrosa. Eligió la música como lenguaje y el bajo como su herramienta. Franco comenzó a tocar a los once años y a los 17 ya estaba inmerso en la escena del jazz local con su primer grupo. A los 20 se mudó a Buenos Aires. Integró el Andrea Álvarez Trío y participó en más de 20 discos de diferentes artistas.
Su versatilidad lo llevó a la televisión con Mex Urtizberea. Hoy combina proyectos propios —La Mujer Barbuda y Paraíso a la miseria, que mezcla rock y jazz— y colabora con Jaz Coleman (Killing Joke), Nico Sorín y Panza.

–¿Qué es la música para vos?

-Es mi forma de vivir. Desde siempre, la música es el espacio donde me siento seguro y contento.
–¿Te inspiran otras cosas que luego decantan en tu música?

–Sin lugar a dudas. Para mí, lo más importante es vivir distintas experiencias para luego transformarlas en música. Encuentro inspiración en otras artes: pintura, cine, dibujo, pero también en cosas cotidianas, en la naturaleza.

–¿Dónde y cómo te conectás con la naturaleza?

–Con mi familia vamos mucho a Punta Indio, un lugar que amamos. Nos encanta estar ahí. Cada tanto necesito hacer un corte e ir a un lugar así.

–¿Cómo fue tu infancia?

-Bastante linda. En mi casa había mucha información artística dando vueltas, principalmente vinculada al dibujo. Era divertido.

–¿Cómo te metiste en el camino de la música?

–Siempre me gustó. Pero a los diez u once años empecé a tomármela de otra manera. En quinto grado empecé a estudiar y no paré más.

–¿Te gustó trabajar en televisión?

-Fue una experiencia espectacular. Mex (Urtizberea) es un fenómeno y una persona muy inspiradora.

–¿Qué otro trabajo te marcó?

–Cuando toqué con Christy Doran, guitarrista suizo, me fui de gira por todo el mundo: China, Suiza, Alemania, Chile, Bolivia, Grecia y varios países más. Fue como un mentor y viví muchas de las mejores experiencias de mi vida con la música.

–¿Cómo era el público chino?

–Son respetuosos, interesados y muy amables. Se copaban y disfrutaban mucho del show.

-¿Qué plato exótico probaste?

-No me animé demasiado. Vi tarántulas fritas en la calle, pero probé platos con ingredientes más conocidos, como bambú con salsa picante, que eran increíbles. También desayuné alguna sopa local. Fue una linda experiencia musical y de vida.

–¿Tenés alguna comida favorita?

-Es difícil, pero diría que el asado, lo más completo posible, algo a la parrilla cocinado a la brasa. Es infalible.

–¿Tu color predilecto?

–El negro es el que más me gusta: para la ropa, los instrumentos, dibujar y fotos en blanco y negro. No soy muy de colores.

–¿Futuro o pasado?

–No soy de añorar el pasado. Me gusta recordar las cosas lindas, pero con calma. Diría que pienso más en el futuro y en los proyectos que quiero llevar adelante.

–¿Sos futbolero como tu viejo?

–La verdad es que no. Soy de Central por tradición, pero no sigo el equipo ni entiendo aspectos del juego en profundidad.

–¿Qué tipo de relación tenías con tu padre?

–Muy amistosa. La cuestión artística siempre nos unió y fue tema de charla y algo para compartir.

–¿Notabas algo distinto en tu padre respecto a los de tus amigos?

–Veía con naturalidad que una persona trabajara en algo artístico y tuviera un universo personal muy rico. Mi viejo siempre fue una inspiración y me alentó a buscar mi propio camino.

-¿Nunca tuviste que lidiar con un padre que quisiera que fueras médico o algo así?

-No, para nada (risas). ¡Mi viejo ni había terminado la secundaria, así que no me podía decir nada!

-¿Te ayudó en tu formación artística?

-Sí, desde muy chico estuve expuesto a muchas cosas de arte plástico y eso generó un vínculo fuerte con el arte. Su influencia visual quedó en mí para siempre.

Ping pong con Franco Fontanarrosa



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