La historia suele escribirse tanto en sus gestas como en sus heridas profundas. Y hay huellas que permanecen abiertas, esperando ser contadas acaso con una mirada que combine testimonio, memoria y cine. Ese es el punto de partida de Marcial Maciel: el lobo de Dios, la serie documental de Max-HBO dirigida por Matías Gueilburt (Francisco: el Jesuita; Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada). La producción se sumerge en una oscura trama de hipocresía, delitos y poder. La serie también deja testimonio de los abusos sexuales que durante más de 50 años rodearon a Maciel, el sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo, conocido por su carisma en el Vaticano y protegido incluso por Juan Pablo II. Maciel nunca enfrentó un juicio canónico formal ni fue procesado: su suerte terminó en un retiro impuesto en 2006 y una muerte en 2008 que dejó intacta la impunidad.
A lo largo de cuatro episodios de unos 45 minutos, la producción recorre la vida de Maciel desde su nacimiento en Michoacán, el 10 de marzo de 1920, hasta el fin de sus días. La narración pone el foco en las duras condiciones de su infancia y muestra cómo esas circunstancias luego abrieron paso a un joven ambicioso, determinado y hábil para tejer relaciones que lo impulsarían hacia objetivos políticos, religiosos y financieros.
La serie dibuja un Maciel que, desde muy temprano, supo explotar su carisma y su facilidad para ganarse la confianza de personas influyentes. Gracias a ese talento y a un instinto para leer el contexto histórico y eclesiástico, ascendió en la jerarquía católica. Pronto, la congregación que fundó comenzó a acumular propiedades, donaciones y un poder económico que no solo le permitió expandir actividades religiosas: también le sirvió para sostener una red de influencias que alcanzaba las más altas esferas del Vaticano.
Uno de los aspectos más impactantes del documental es su apuesta por los testimonios en primera persona. Víctimas y testigos relatan con dolor y detalle experiencias de abuso emocional, físico y sexual perpetradas por Maciel. La docuserie describe cómo, valiéndose de una disciplina rigurosa y de relaciones de dependencia emocional, logró manipular y someter a niños y adolescentes. Ese modus operandi se veía reforzado por la protección institucional y por la capacidad de obtener importantes sumas de dinero, incluso seduciendo a viudas adineradas.
La producción también documenta conductas que transgredían las normas eclesiásticas: el trato con seminaristas, una doble vida que incluyó hijos no reconocidos, adicciones y el plagio de obras literarias. A pesar de las denuncias que comenzaron desde los años cincuenta, la estructura de poder que lo respaldaba le permitió regresar una y otra vez a puestos de influencia. Un ejemplo contundente: en 1956 fue apartado por graves acusaciones, pero recuperó posiciones tras la muerte de Pío XII.
La serie consigue transmitir la indignación que genera el tardío accionar de las autoridades de la Iglesia. Esa demora pone en primer plano las resistencias internas a enfrentar los abusos y evidencia que, muchas veces, la institución priorizó la protección de su imagen sobre la búsqueda de justicia. Incluso el papa Francisco llegó a calificar a Maciel como “una persona muy enferma”, lo que da cuenta de la magnitud del daño constatado.
Marcial Maciel: el lobo de Dios no se limita a exponer al individuo: analiza el entramado de poder que permitió su permanencia en el sistema. Así, ofrece una reflexión sobre las luchas internas de la Iglesia y la protección institucional a algunas figuras moralmente inadmisibles. Se mencionan al menos 60 denuncias oficiales contra Maciel, datos que subrayan su carácter depredador.
En términos de realización, el trabajo del documentalista argentino Matías Gueilburt, escrito junto a su hermano Nicolás, resulta notable. Ambos ya habían demostrado su capacidad para combinar investigación y narrativa audiovisual en Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada. Aquí enfrentan un desafío aún más complejo: contar un tema de enorme carga emocional sin caer en el sensacionalismo. Lo consiguen mediante una cuidada mezcla de imágenes de archivo, reconstrucciones y testimonios directos, que genera un relato tenso pero siempre respetuoso de las víctimas.
Además de la figura de Maciel, la serie plantea reflexiones inquietantes sobre la responsabilidad institucional y la incapacidad —o la falta de voluntad— de las organizaciones religiosas para depurar sus filas. Al narrar episodios que describen acciones atroces, la producción deja una pregunta alarmante: ¿habrá otros Maciel enquistados en la Iglesia?
Marcial Maciel: El lobo de Dios
Dirección: Matías Gueilburt. Guión: Matías y Nicolás Gueilburt. Cuatro capítulos. Disponible en MAX-HBO.