Senda india cuenta la historia de una demanda que sintetiza una lucha histórica: la de la comunidad wichi de Mosconi, en Salta, y con ella de cientos de comunidades originarias de América por el reconocimiento de sus tierras por parte de las leyes que desde la conquista española se les fueron imponiendo. La película, que se dará en el Malba los próximos cuatro viernes del mes, es un relato en primera persona aunque sean varios los que hablan, aunque lo hagan en un tiempo ya pasado y muchos de ellos ya no estén, y aunque sea Daniela Seggiaro quien lo monta para lograr la unidad de sentido que permite a los wichis hablar por sí mismos.

“Cuando estudiaba cine me llegaron unos VHS que tenían parte de este material: las imágenes se veían un poco mal por cuestiones de normas, pero eran muy fascinantes. Era la parte del recorrido por el monte”, recuerda Seggiaro su primer contacto con el material que, encabezado por la tarea de Miguel Ángel Lorenzo, la comunidad empieza a registrar para dar evidencia de su arraigo e historia en la tierra que se quiere poner a la venta. “Pero como no conocía en específico esa comunidad no terminaba de conocer el contexto de esas imágenes. Sin embargo, las guardé durante mucho tiempo y fueron un material de consulta para mí, para mis otras películas”. Se refiere a Nosilatiaj (2012) y Husek (2019), en las que aborda los espacios de encuentros y desencuentros entre lo indígena y lo occidental y criollo.
Cuando Seggiaro conoció “el contexto de ese material” se interesó por conocer a los protagonistas de las imágenes. “Ahí hice el encuentro y empezamos a pensar en hacer una película con eso. Y ahí surgió que el material original era mucha más cantidad y estaba en muy buen estado. Lo digitalizamos y vimos que había mucho material para hacer una película. Ahí empezó todo”.

Los registros son de 1991 con la cámara del entonces joven wichi Miguel Ángel Lorenzo. Con una cámara de video Hi8, y una destreza narrativa audiovisual que el prejuicio occidental suele no reconocerles a los pueblos autóctonos, Lorenzo rescata testimonios, actos escolares, pericias arqueológicas y hasta las visitas de un juez que se presenta en las tierras reclamadas para verificar las pruebas que se presentan en el juicio que lleva adelante su comunidad desde 1986.
“Mientras hicimos el proceso de trabajo con la película nos dimos cuenta de que había una intención real de hacer película. Las bajadas a VHS que yo había recibido y que difundió Lorenzo ya tenían pequeños intentos de edición, de selección de las partes que le parecían interesantes. Ahí ya hay una intención de cineasta. La película recupera todo eso pero trabajando con el material original completo. Y me di cuenta de que era la intención original”, señala Seggiaro. De hecho, en el film se escucha a Margarita Filipini, una mujer que vive en la comunidad, decir: “Además de la lucha por la tierra hay que hacer cosas artísticas”.
“Si esa cámara hubiera seguido funcionando seguramente habría mucho más material de todas las cosas que fueron consiguiendo después”, dice sobre la Hi8 que se rompió y no pudo ser repuesta. “El uso de las herramientas genera un interés de narrar, y una pulsión de narrar muy grande. A veces lo que no hay es acceso a esas herramientas. Ahí está un poco nuestra tarea como puentes. Cuando eso existe, la pulsión creativa, narrativa y de comunicación es muy grande en las comunidades. Tanto hacia el interior de la comunidad como hacia afuera”.

Por eso el cine casi desde su origen fue apropiado por distintos sujetos para decir lo que tenían para decir. Dicho de otra manera, con el cine no se pide permiso para ser escuchado, sencillamente se cuenta la propia verdad, se dice el propio relato. “No es una película que hable por nosotros. En esta película somos nosotros los que estamos contando“, dice Lorenzo. “Mi tarea como cineasta fue dar cuenta de eso, de ese interés por comunicar. Esa es la potencia que tiene el cine. Y por eso se convierte en una herramienta tan interesante para propagar estos puntos de vista”.
Así, una de las cosas que más sorprende de Senda India, que también se verá en el 37 Festival La Mujer y el Cine entre el 24 y el 28 de septiembre, es el dominio del lenguaje audiovisual por parte de la comunidad. “Hay una representación, hay roles que están siendo representados. Creo que hay un consumo de las comunidades. Lo pude constatar mucho con mis anteriores películas que se pasaron por cine.ar. Eran consumidas por mucha gente de comunidades a las que no había llegado, conocían mis películas porque las habían visto en Incaa TV. Las comunidades consumen mucho cine, mucha televisión, y son parte de eso. Y en el momento que tienen la herramienta cámara o la herramienta cine la pueden usar. Lo que a veces no llega es la herramienta”.

Lo que pone en evidencia que el prejuicio es más de los occidentales que de ellos. “Cuando uno no conoce algo cree que lo otro tampoco lo conoce a uno. Hay una pulsión narrativa y una pulsión creativa muy grande que dan cuenta de una forma de estar en el mundo que me parece súper importante que forme parte de nuestras narrativas audiovisuales, cinematográficas”.
La riqueza de los registros de Lorenzo se puede apreciar porque el montaje de Seggiaro tiene toda la delicadeza y respeto de quien monta las propias imágenes. Y más. “Lamentablemente Miguel falleció al poco tiempo de darme el material, me hubiera gustado conversar más con él. Lo que nos pasó en el montaje fue tratar de interpretar esa mirada y tratar de dar cuenta de esos registros. Fue un encuentro con esa mirada, y su interés por darnos ese material tenía que ver con sus ganas de hacer una película. Y después también hacer unas idas y vueltas al territorio, aunque es muy lejano. Más cuando conseguimos sólo financiamiento de vía digital, no tiene una producción de muchos recursos. Pero siempre hubo una conversación bastante profunda. Nos fuimos disolviendo, como autores, en ese material. No sobreescribimos, generamos un espacio narrativo para que el propio material hable, con el respeto de un gran documento”.
Senda India, de Daniela Seggiaro
Viernes 5, 12, 19 y 26 de septiembre a las 20 en MALBA CINE, Av. Figueroa Alcorta 3415