Los homenajes suelen resaltar los logros, evitar las críticas, soslayar los inconvenientes. Podría haber sido el caso de Pintó La Isla, pero no. El documental dirigido por Gonzalo Sierra, acaso por homenajear el orgullo de un barrio, su sentido de pertenencia, su coraje para no darse por vencido, en su seguimiento cronológico del origen y las conquistas sociales y artísticas del colectivo, realiza una especie de ofrenda a un sentir social que alza su voz en busca del respeto de los iguales.
“Todo surgió por un amigo en común que tenemos con Gerardo Montes de Oca, Leandro Frizzera”, cuenta Sierra sobre el origen de la película que se presenta oficialmente el próximo 21 de septiembre en el Gaumont. “Sabiendo que vengo registrando muchos casos de gran impacto social me invitó a La Isla a ver el proyecto”.

La Isla es La Isla Maciel, el mítico barrio enfrente de La Boca: mítico por su pasado de la primera mitad del siglo XX, con sus trabajadores y luchas obreras; mítico por el aura de peligrosidad que se formó respecto a él y sus ciudadanos. “Fui a ver el proyecto y no pude dejar de ir a la Isla nunca más”. Fueron ocho años consecutivos hasta el estreno en la sala del Museo Comunitario de Isla Maciel el año pasado, para la proyección del film a sus protagonistas y vecinos.
A partir de la iniciativa de un profesor de arte (Gerardo Montes de Oca) y sus estudiantes de 5º año en una secundaria del barrio, su directora y un muralista (Frizzera) de a poco se convirtió en un proyecto colectivo que posibilitó la participación del barrio en distintas instancias, como también a la formación de nuevos chicos y chicas en el arte de pintar murales. Y que, en la recuperación de su autoestima, dio paso a un museo comunitario y a recorridos turísticos para enseñar a todos los visitantes la creatividad de Pintó La Isla.
Sin embargo, el proyecto de documental no nació de inmediato. “Al principio iba a hacer registros, y los primeros tres o cuatro años nunca imaginé que podía llegar a terminar en una película”. Película que también es el debut de Sierra como director de largometrajes. “Es mi primer proyecto que se va a estrenar en cine”.
“Siempre me planteé hacerlo más como un documental de observación, metido ahí dentro de la organización y del barrio, desde tierra: es un proyecto muy territorial y me gustaba que se vea desde el frente. Sobre todo en la relación entre los artistas y los vecinos”, señala.
A diferencia de muchas otras iniciativas de street art o muralismo callejero en Pintó La Isla “el artista tiene que convencer al vecino que su mural está bueno y por qué debería estar un su muro”. Así, “los vecinos donan sus paredes y tienen decisión sobre el mural que se va a pintar”. “Es una relación muy íntima que se da. Pintó La Isla se apropió de las calles y las convirtió en un museo a cielo abierto. Eso genera una sensación de orgullo en los vecinos”.

El documental evita el lugar de superación social para meterse de lleno en el valor de lo comunitario y el esfuerzo colectivo. A veces parece lo mismo, pero no lo es.
“Es un grupo de personas sin nada pero con una idea que pudieron cristalizar en un proyecto. Y logró lo más increíble que puede tener un proyecto social: transformar personas dentro del barrio. En La Isla pasa mucho eso de la estigmatización. Durante mucho tiempo fue zona roja, de venta de drogas, y el arte vino a sanear un poco todo ese estigma. Y eso terminó en que muchos chicos y chicas pintan murales en otras provincias, en otros lugares del país, trabajan dentro del proyecto, y eso es increíble”.

A medida que el proyecto calaba en el barrio, Frizzera empezó a contactar a muralistas internacionales para dejar su impronta en los paredones de La Isla. El hecho de que fueran los habitantes quienes decidieran dónde y el motivo del mural profundizó los lazos comunitarios hacia dentro y fuera del vecindario. El proyecto superaba las fronteras de La Isla. “Acá pasó algo más: los vecinos están involucrados en el proyecto y los artistas pueden ser los más famosos del mundo pero cuando van ahí tienen que convencerlo para que los deje pintar su mural y que hará más lindo su paredón. La comunidad se apropió cien por ciento del proyecto y eso es maravilloso”.
Es que no todos pintan en Pintó La Isla. “Hay alguien que cocina, alguien que organiza las redes, están los que organizan los tours”. Cada una de las instancias que conlleva el museo a cielo abierto, su difusión y obtención de financiamiento son gestionadas por la gente del barrio.
En el último acto del documental sobre los diez años de Pintó La Isla (que se cumplieron el año pasado), los miembros del colectivo bajo la dirección de Lean Frizzera emprenden su mayor hazaña artística hasta el momento: una obra monumental, un mural de 70 x 12 en los paredones de un astillero que mira al Riachuelo, justo frente al emblemático puente que una a La Isla Maciel con La Boca.

En términos simbólicos, además del sueño realizado, puede leerse como un nuevo puente entre ambas orillas, uno que une e iguala a las nuevas generaciones de las dos orillas como lo hicieron en el siglo pasado los obreros. “Es una nueva generación que viene a refrescar toda esa imaginación que se tiene sobre el barrio”.
Esos chicos y chicas sacan al barrio de las guías de turismo que le asignaban marginalidad y lo ponen entre las atracciones imperdibles de Buenos Aires y su conurbano. “Tienen acuerdos con empresas de tour de Estados Unidos, Francia, Australia, Alemania y recorren La Isla en su historia y en sus murales.”
“La primera vez que entré a La Isla Maciel fue cuando fui a conocer el proyecto”, ejemplifica Sierra uno de los prejuicios que venció haciendo el documental, que a su vez evidencia el más general: La Isla es un lugar peligroso. “Eso me rompió una barrera. Y a partir de ahí me relajé: es un lugar muy cálido. Y empecé a resolver el misterio de qué había de ese otro lado de La Boca que nunca me había animado a cruzar”. Un misterio que de tan sencillo daba miedo: “Había gente divina, hermosa, de carne y hueso como nosotros. Y descubrir un puente peatonal que tiene escaleras, ascensor, es como un lugar que no imaginás”.
Pintó La Isla
Documental de Gonzalo Sierra. Se estrena este domingo 21 de septiembre a las 20 en el Cine Gaumont, Avenida Rivadavia 1635.