El apoyo del gobierno de los Estados Unidos a su par argentino no es incondicional, como lo definió esta semana el presidente Javier Milei en uno de los tuits con los que saludó la generosidad de la administración de Donald Trump.
Tiene como contrapartida una lista de exigencias que incluye negocios y respaldo diplomático, en el marco de la cruzada de la potencia norteamericana para eliminar la influencia de China en América Latina y en particular en el país.
La agenda de Estados Unidos reclama el fin del swap de monedas acordado entre el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y su par chino. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, cuestionó el recurso en su visita a la Argentina en abril pasado y motivó una respuesta oficial de la embajada de China en el país. Trasciende que el pedido es una de las condiciones que se conversan en la mesa de negociación entre Bessent y el ministro de Economía, Luis Caputo.
Los estadounidenses también presionan al gobierno para que deje sin efecto los proyectos de las represas hidroeléctricas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic que se construyen en Santa Cruz con financiamiento de la potencia asiática.
Algo que también alerta a Washington es el interés chino en el potencial de la energía nuclear argentina. Los proyectos inicialmente eran dos y tenían un presupuesto de U$S 14.000 millones que China proponía cubrir en un 85 por ciento.
La administración de Trump también ve con malos ojos la presencia de la china Hiawei en el desarrollo de la tecnología 5G en el país.
Finalmente, uno de los intereses más importantes de Estados Unidos es el acceso a las llamadas tierras raras que posee la Argentina, ricas en minerales especiales como el litio y el cobre.
La predilección de Milei y su equipo por los Estados Unidos siempre estuvo sobre la mesa. En la campaña electoral que lo llevó a la casa rosada, el actual mandatario anunció que su política exterior iba a ser la que es: una alianza total con las potencias occidentales y un enfriamiento proporcional del vínculo con lo que definía en forma generalizada como el comunismo, con China como blanco favorito de su retórica electoralista, pero también con Rusia en el objetivo.
En la práctica, la distancia con los chinos no fue tal. A mediados de 2024, China aceptó renovar por un año el swap y salvó al programa económico de una crisis mayor. La debilidad política del gobierno y la jugada china obligaron a Milei a cambiar su definición del gigante asiático, al que pasó a reconocer como “un socio comercial muy interesante, porque no exige nada”.
El que exige es Donald Trump, tras aparecer el fin de semana pasado para salvar al presidente y a su equipo económico de una debacle que parecía cantada.
El secretario Bessent expresó inicialmente que las opciones de salvataje podían incluir compra de deuda pública, compras directas de divisas o una línea de swap para colocar dólares en la Argentina. Al día siguiente el funcionario anunció que el swap que se negocia es por U$S 20.000 millones.
Aunque los dos gobiernos intentan darle una vuelta épica al relato de la colaboración que enaltecen en nombre de “las ideas de la libertad”, la motivación fundamental es el rescate del gobierno libertario. Milei y compañía quieren llegar a las elecciones legislativas con chances competitivas. Los estadounidenses necesitan lo mismo, porque como definió Bessent en la semana, “Argentina es un aliado sistémicamente importante de Estados Unidos en América Latina”.
El resultado de las elecciones es crucial para los dos. También sería la condición sine qua non para que la asistencia prometida se haga efectiva. Por mucho que se admiren, los negociadores no pesan lo mismo y el que tiene los fondos puede darse el lujo de esperar a que llegue el mejor momento para desembolsarlos.
También es cierto que se le están imponiendo condiciones a un presidente que ya había hecho mucho por los Estados Unidos en desmedro de las posibilidades estratégicas de su propio país, mucho antes de llegar a la situación desesperante de la última semana.
En enero de 2024, Milei rechazó una oferta de China para comprar 34 aviones de combate JF-17 y optó por la adquisición de 24 aviones F16 de EE UU. La decisión supuso un gesto a Washington pero disparó un debate entre especialistas en aviación militar. Para un sector de la discusión los aviones chinos eran más convenientes para las necesidades argentinas en el contexto del Atlántico Sur y la presencia británica en las Islas Malvinas.
Otra guiño fue la decisión argentina de rechazar la invitación a integrar el espacio de los BRICS ampliado. En esta ocasión, el gobierno “tuvo la oportunidad de estar en la mesa y prefirió estar en el menú”, definió el sociólogo y especialista en política internacional Juan Gabriel Tokatlián en una entrevista con Radio con Vos. Es más, Argentina solicitó ser socio de la OTAN. Tokatlian también mencionó el abandono del proyecto que se firmó en 2023 con China para construir un puerto multipropósito en Ushuaia y la posibilidad de optar por una iniciativa de tipo militar con Estados Unidos en el mismo lugar. «