Durante el carnaval de 1955, los restos de una mujer descuartizada aparecieron esparcidos por distintos lugares de Buenos Aires. Con el tiempo, las investigaciones policiales echaron luz sobre el hecho y concluyeron que los despojos pertenecían a Alcira Methyger, una joven empleada doméstica que había sido asesinada por su empleador con nombre de ciertas evocaciones literarias: Jorge Burgos. El hecho de que el victimario fuera un joven porteño aburguesado y de que la víctima fuera una muchacha salteña de sectores populares enervó los ánimos sociales y convirtió a ese feminicidio en crimen de época, en un siniestro correlato de la grieta política argentina del momento entre peronistas y antiperonistas, en un espejo oscuro que daba cuenta de hasta donde podía llegar el odio visceral de clases entre la burguesía y las “cabecitas negras”.
Cierta leyenda urbana, relata que, en su niñez en Barracas, el futuro asesino Jorge Burgos solía jugar con una niña vecina recién venida de Corrientes: ella era María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano. Uno pasaría a la historia de las páginas policiales como “el descuartizador de Barracas”, la otra, como «Yiya» Murano, “la envenenadora de Montserrat”. Los crímenes de Yiya, como el de Jorge, también parecen ser hijos de su época. 1979 parece ser el marco propicio para que una mujer estafadora, envenene por lucro a tres amigas para no devolverles el dinero que ellas le habían entregado bajo la promesa de multiplicarlo. 1979 marca la cúspide del terrorismo de Estado de la dictadura, de la época de la plata dulce y la timba financiera y del tiempo donde hasta las relaciones humanas más íntimas parecen viciadas por la voracidad del dinero y las leyes del mercado.

En todo caso, en la era de las biopics sobre casos policiales famosos (ver recuadro) parece tocarle el turno a Yiya en una gran producción de streaming que involucra los nombres de Marcos Carnevale como guionista y director artístico, de Mariano Hueter como director, de Cecilia Dopazo, Mónica Antonópulos y Laura Novoa para encarnar el trío de amigas envenenadas y de Pablo Rago como el periodista ficticio que investiga los hechos. Y los descollantes protagónicos de las prestigiosas actrices Cristina Banegas y Julieta Zylbergberg para encarnar a la envenenadora en diferentes etapas de su vida. Tiempo habló con Julieta sobre el acontecimiento que la obliga a ponerse en la piel de una psicópata que devino celebridad mediática.
-¿Cuál es el primer recuerdo que tenés de Yiya Murano?
-La recuerdo en la mesa de Mirtha Legrand, como todo el mundo (risas). Me resultaba curioso que fuera famosa por sus asesinatos. Pero cuando vi la entrevista me percaté de que ella creó un personaje público por fuera de sus crímenes. Un personaje muy bien diseñado que, aunque se declaraba inocente, podía ironizar o sugerir que bien podía ser una asesina. Sin dudas, una psicópata de manual, pero que diseñaba un personaje público fascinante. Casi como salido de una novela de Agatha Christie o de otras novelas más escabrosas. Que aparecía vestida con cierta aura de misterio pensando hasta en el detalle de los anteojos oscuros, que se vanagloriaba de haberse acostado con más de dos centenares de hombres.

-¿Por qué te parece que, en una época como la dictadura en donde imperaba la muerte desde el Estado sus crímenes se volvieron paradigmáticos?
-Ella era amiga de los militares, un personaje bastante siniestro vinculado con personas oscuras, con asesinos, con gente que en el país pergeñó el terrorismo de Estado. Era una mujer psicópata, inteligente, muy calculadora. Sus muertes hablan también del ambiente económico del presente de ese momento. Un tiempo propicio para las estafas, para la avidez del dinero fácil. La recordamos con el triste y terrorífico emblema de ser la primera mujer asesina serial argentina y porque hizo de sí misma un personaje muy llamativo. No era solamente una asesina, sino que creó un personaje donde ella era la actriz, la guionista y la directora.
-¿En qué te basaste para el proceso de construcción del personaje?
-Cuando hago personajes de los cuáles hay interpretaciones anteriores no veo nada. De hecho, Prima facie, la obra de teatro que hago actualmente se hace en todo el mundo y no vi una sola versión. Tampoco vi nada cuando hice Loco por vos. Soy muy esponja y para mí es muy importante hacer mi propia versión de los personajes. Vi las entrevistas a la Yiya real, la observé, la miré. Entrevistas en YouTube, leí notas de prensa escritas, pero no biografías. También me nutrí un poco de anécdotas que me contaban sobre ella, gente que la había conocido, era su vecina o se la había cruzado. Y después acordamos tanto con Mariano (Hueter) como con Maru (Mosca), la productora de la serie, que era importante que yo estuviera en libertad para sumarle mi propio imaginario. Eso agregado a los imaginarios de Marcos (Carnevale), Maru, Mariano, hacen una sumatoria de diferentes miradas que precisa un personaje tan complejo. Todo eso me parece imprescindible para el proyecto, para construir una visión de Yiya, aunque se trate de una biopic.
-¿Cómo fue el trabajo con Cristina Banegas para trazar una continuidad entre Yiya joven y la de más edad?
-Con Cristina nos conocemos como personas y como actrices. Yo pensé e imagino que ella también, qué haría la otra en términos de composición del personaje. Si, miramos fotos juntas para caracterizarnos. Quedé muy conforme con el resultado: tiene absoluto sentido que mi personaje envejezca así, quedamos bien alineadas.
-¿Qué dificultades artísticas encontrás al pasar de la abogada que interpretás en la obra de teatro Prima facie que denuncia a la violencia de genero a encarnar a un personaje siniestro como Yiya?
-Actuar es simple colocarse en lugares incómodos. La abogada que interpretó en Prima facie primero defiende a abusadores de delitos sexuales, hasta que ella misma sufre un abuso y entonces escribe esta obra que es una declaración de principios, un alegato contra la violencia de género que da cuenta de cómo ella misma cambió su forma de ver el mundo, a las injusticias sociales y al sistema judicial. En el caso de Yiya, es imposible empatizar con un psicópata porque el psicópata no empatiza. No tiene afectividad. Jamás empatizaría con un asesino, pero si te podés poner un traje, un disfraz y disfrutar muchísimo de interpretarlo. Entonces, no lo pondría en términos de dificultad. De hecho, el de Yiya fue un proceso muy disfrutable. Nos divertimos muchísimo en todos los episodios, particularmente cuando Yiya juega a las cartas con sus amigas. Una de las cuestiones en que más trabajamos fue en el primer capítulo cuando ella pasa de ser una estafadora a una asesina. Las diferencias tienen que ser bien notorias y a la vez sutiles. Ver como una persona se le tuerce la cabeza, más de lo que tenía torcida. Me encantó cómo quedó.

Recién hablamos de que los crímenes de Yiya hablan de su tiempo. A su vez ¿qué puede significar una ficción sobre Yiya en estos tiempos en que la psicopatía y la crueldad parecen un valor político?
-Es raro que un personaje tan llamativo e icónico como Yiya no tenga tantas ficciones producidas con anterioridad. Coincido en lo que decís respecto de que la psicopatía en el presente parece tener cierto rédito, cierto valor político. Sino no se entiende que mucha gente no empatice con el sufrimiento ajeno de discapacitados, de jubilados. Es tremendo. La serie esta buena porque tiene una visión crítica hacia la psicopatía, pero también hacia valores oscuros como la crueldad, la avidez por el dinero. Desde cierto discurso, hoy parece que todo vale y que la única vara que se maneja como importante es el dinero. En este sentido, toda crítica hacia esos valores horribles y nefastos en la historia y en la política actual está bueno criticarlos desde un lugar público, artístico y masivo. «
Yiya
Dirección: Mariano Hueter. Guión y dirección artística: Marcos Carnevale. Con Julieta Zylberberg, Cristina Banegas, Pablo Rago, Diego Cremonesi, Cecilia Dopazo, Laura Novoa y Mónica Antonópulos. Disponible en Flow.

Criminalidad global y pantallas
La biopic sobre Yiya Murano se inscribe en la creciente tendencia global de ficciones centradas en asesinos seriales y casos policiales paradigmáticos, un fenómeno que combina el interés por el true crime con la exploración de la psicología criminal.
Entre los ejemplos más recientes se encuentran Monstruos (Netflix), creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, que aborda los crímenes de Jeffrey Dahmer y los hermanos Menéndez, y la historia de Lizzie Borden, conocida como la “loca del hacha”.
En el terreno local, además de El Ángel (Luis Ortega, 2018), inspirada en Carlos Robledo Puch, se han llevado a la pantalla femicidios y casos emblemáticos como los de María Soledad (Netflix, 2025), Nora Dalmasso (Netflix, 2025) y María Marta García Belsunce (HBO Max, 2022).
Estas producciones, además de narrar hechos criminales, reflejan la denuncia de feminicidios y crímenes de odio, al tiempo que exploran la psicopatía, la locura y la violencia, mostrando el impacto social y cultural de estos casos en la sociedad argentina y en la mirada global sobre la criminalidad.
