La voz de una niña se transformó en acto de cine y de memoria colectiva. En la alfombra roja del Festival de Venecia, donde se estrenó The Voice of Hind Rajab, la ceremonia no fue una celebración, sino un tributo solemne. El elenco titubeó y desfiló completamente vestido de negro, con una fotografía de Hind Rajab como estandarte doloroso. Joaquin Phoenix, Rooney Mara y la directora Kaouther Ben Hania encabezaron ese coro silencioso, todos unidos por el deseo de honrar a una niña palestina cuyo último grito de auxilio permanece intacto en el corazón de quienes lo escuchan.
La película de la cineasta tunecina escenifica los últimos momentos de Hind –de cinco o seis años, según distintas fuentes– atrapada en un automóvil bajo fuego en Gaza, con su voz real conectada por teléfono con el centro de despacho de la Media Luna Roja Palestina. Son esas grabaciones, emitidas en tiempo real, las que sirven como columna vertebral dramática de una historia sin violencia gráfica, centrada en la espera, el silencio, el horror que no se ve pero grita, y el peso de la impotencia del rescate que nunca llegó.
El filme recibió una ovación de pie de más de 23 minutos, considerada la más larga en la historia del festival hasta ahora. Murmullos de “Free Palestine” resonaron junto a lágrimas, mientras los protagonistas –entre ellos Amer Hlehel, Motaz Malhees, Saja Kilani y Clara Khoury, todos palestinos– mostraban el rostro de Hind al llegar al cine del Lido.
Contar las historias de Palestina
La realización nace del asombro que sintió Ben Hania al escuchar la súplica: “¿Qué puedo hacer?”, se preguntó, y solo supo responder con su oficio: contar historias. Renunció a otro proyecto, trabajó a gran velocidad y sin adornos. El film, que ocurre casi por completo en el centro de llamados, se convierte en “una misión de rescate” desde las butacas del cine, con cuerpos ausentes dentro de un auto bombardeado y voces desdibujadas en el aire.
Apoyada por figuras como Brad Pitt, Joaquin Phoenix, Rooney Mara, Alfonso Cuarón y Jonathan Glazer, la obra fue seleccionada como representante de Túnez para los próximos Oscar en la categoría internacional.
Críticos coinciden en la potencia humanizadora del film. Se resalta su sobriedad emocional y su capacidad para “humanizar víctimas y desafiar narrativas dominantes”, mientras que varios cronistas afirman que transformó el Festival en una reivindicación del cine como acción política. La crítica especializada habla de un drama “poderoso y urgente”.