Rosalía redefine el pop desde la devoción y lo experimental

Rosalía redefine el pop desde la devoción y lo experimental


Tiempo Argentino estuvo invitado a la preescucha de Lux, el esperado disco de Rosalía que este jueves llegará a todas las plataformas. Si antes gritaba “fuck el estilo”, ahora parece preguntarse qué queda después de romperlo todo. Un álbum ambicioso y consciente de su propio peso. Rosalía transforma su búsqueda estética en un espejo de sí misma. Lux no busca llegar a ningún lugar: ya está ahí, en el borde entre lo sublime y lo abrumador.

Con el lanzamiento de “Berghain” hace unos días, la artista abrió una nueva etapa, y el resultado de lo escuchado fue una pieza extraña y fascinante: una especie de misa pop. La canción -una colaboración con Björk e Yves Tumor– combina alemán, español e inglés, con coros que rozan lo litúrgico y una producción que oscila entre la electrónica y lo orquestal.

El videoclip juega con esas tensiones: deseo y culpa, oscuridad y éxtasis. Rosalía parece más interesada en la construcción del mito que en el hit. A medida que avanzan las canciones del disco, se vuelve claro: “Berghain” no es el centro del álbum, sino un lugar al que se busca llegar.

Desde su debut con Los Ángeles (2017), un álbum austero y de raíz flamenca, Rosalía ha transitado una de las transformaciones más vertiginosas de la música contemporánea. Con El Mal Querer (2018) convirtió el cante jondo en un manifiesto pop experimental que la catapultó al escenario global. Luego, Motomami (2022) rompió todas las estructuras: un collage digital, visceral y provocador donde el reggaetón se mezcló con la vanguardia electrónica.

Primera escucha de "Lux": Rosalía redefine el pop desde la devoción y lo experimental

La versión 2025 de Rosalía abraza una sonoridad más etérea y coral, y se instala en el territorio del riesgo estético total, donde la fe, el arte y la obsesión por el sonido se confunden en un solo idioma. Aun así, de alguna manera, Lux da toda la vuelta y se parece más a Los Ángeles de lo que quisiera admitir.

“Sexo, Violencia y Llantas” abre con sensibilidad sus puertas a Dios; en el arranque del disco prosigue “Reliquia”, de la que perdurará la frase “No soy una santa, pero estoy blessed”, donde también menciona a Buenos Aires como génesis del cielo.

Otra constante y punto alto del disco es el rango y la habilidad vocal de la cantante española, que construye cuerda a cuerda, piano a piano, la épica de sus canciones y coloca las palabras justas para su rezo, como en “Mio Cristo Piange Diamanti”. “Perla” le hace justicia a su título, siendo una de las melodías más tersas y dulces del disco, que, en contrapartida, arrastra un trasfondo de terrorismo emocional y decepción.

Resaltan también por su carácter climático “Dios es un Stalker”, “La Yugular” y “Memória”, que conducen al clímax en “Magnolias”, cuando, después de haber transitado dios, la perdición y la salvación, Rosalía se despide con flores, en un cierre consecuente con su obra.

De la luz a la oscuridad, del pecado a la redención, y de la negación a la aceptación: ese es el laberinto que propone Rosalía en Lux. La producción contó con la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección del islandés Daniel Bjarnason y reunió un elenco coral de lujo: Björk, Carminho, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz, además de la Escolanía de Montserrat, el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana, Yahritza e Yves Tumor, que aportan matices y texturas diversas dentro del mismo universo sonoro.

Quince canciones en poco más de 40 minutos redondean un disco de luces y sombras. Musicalmente, Lux apuesta por la fusión radical: va desde pasajes orquestales y coros de corte sacro hasta ritmos contemporáneos, electrónica y atmósferas de pop experimental. No es solo un cambio de estilo, sino la reconstrucción de lo que puede ser una estrella del pop que se rehúsa a aceptar moldes.



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