En el fin de semana en que Dua Lipa hizo dos River y Morrissey canceló, Marilina Bertoldi salió a dar un show. Más cerca del drag que del recital estándar, desplegó su nuevo disco Para Quien Trabajas Vol. I en un escenario que combinó diva pop y momentos de alto vuelo con su banda.
Era más que la presentación de un disco: era una fiesta de lo que podía venir, un crossover entre repertorio nuevo y grandes canciones relanzadas bajo otro ángulo. Esta decisión se vio claramente cuando interpretó “Rastro” con guitarra acústica y “Cosas Dulces” en la versión más punk que se pueda imaginar. Las dos caras de la misma moneda, todas en el repertorio de la oriunda de Sunchales.

Las piezas del álbum encajaron entre clásicos, reacomodadas para que celebráramos el disco más que para entenderlo. Abrió con “No quieren más mi rocanrol”, sin la guitarra colgada y con un loop al que se sumaría la banda sobre el final, para luego lanzar la pregunta “Para quién trabajas” y cerrar la triada de canciones del nuevo disco con “Autoestima”.
El contexto lo pedía: este trabajo marca una torsión en su trayectoria. Desde sus días de guitarrera eléctrica hasta este momento, donde despliega sintetizadores ochenteros, beats programados y una actitud que cuestiona el lugar que ocupamos. En el show de anoche, esa evolución fue palpable.
Para Quien Trabajas Vol. I es mucho más que un nuevo capítulo en la discografía de Marilina Bertoldi: es una mutación consciente. Después de Mojigata (2022), donde la guitarra eléctrica aún era el eje de la tensión, la santafesina decidió correrse del formato rock y trasladar la distorsión al discurso. Dejó la guitarra, pero no la fuerza. El nuevo álbum, de apenas media hora, suena urgente, irónico y visceral, como si cada canción buscara incomodar antes que agradar.

El disco fue concebido en un contexto de cambio: con una escena dominada por el pop sintético y el trap como nueva hegemonía, Bertoldi eligió no competir en ese terreno, sino desarmarlo. Trabajó con beats programados, sintetizadores y un pulso más electrónico, pero sin perder su marca de fábrica: la fricción entre lo íntimo y lo combativo. En “No quieren más mi rocanrol”, ironiza en uno de los temas más filosos del disco, donde la crítica cultural se disfraza de hit.
Volviendo a la faena del sábado: en “Siglos”, y vestida de sirena, canta “no pienses tanto”. Una de las máximas que se repitió durante toda la noche fue el carácter de diva pop/drag con el que Marilina llevó adelante el espectáculo.
Bertoldi, pro toda su carrera
Sonaron canciones de todos sus discos: “Sushi en lata”, “Es poderoso” y uno de sus clásicos más crudos, cuando empezó a cantar “Enterrarte”. En otro de los momentos más altos junto a su banda, interpretó “De caza”, “Bajan de día, de noche esperan” y “El Gordo”, este nuevo clásico de Para Quien Trabajas Vol. I.

En el último tercio de la jornada, aún con más de 10 canciones por tocar, Marilina se dio el lujo de poner una detrás de otra esa cantidad de canciones de primer nivel. Así llegaron “O no”, “La Casa de A”, “Fumar de día” y “Correte”, mostrando la fuerza de su presente escénico.
Una de las performances más importantes de la noche, y posiblemente la mejor, fue “Racat”, aquel increíble single que quedó huérfano de disco. “Sexo con Modelos” y “Cosas Dulces” bajaron el telón de una noche de más de dos horas y 31 canciones. Sonó “Amanecen Ocasos”, el viaje postpunk en clave coldwave, para cerrar con “Monstruos”, el pasaje más oscuro de su último disco y un presente que recrudece en cada esquina.

La banda estuvo compuesta por Manu Fernández en batería, Nano Cantarini en guitarras y sintetizadores, y Franco “Choki” Giaquinta en bajo, a la que se sumó la guitarra de Marilina de forma itinerante durante toda la noche.
En tiempos donde la música parece pedir permiso para existir, Bertoldi le devuelve sentido y peso político a la pregunta que titula el disco. La presenta con humor, rabia y ritmo. Si antes prendía un fuego, ahora prende máquinas. El fuego, de todas formas, sigue siendo suyo.

