Maia Volcovinsky tiene apenas 43 años, es porteña y madre de un hijo de 12 años. Es abogada de la UBA y secretaria adjunta de Julio Piumato en la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN) en la cual milita desde que ingresó al Poder Judicial como meritoria en 2001. Esa modalidad fue desterrada luego de una lucha en 2006 cuando, dice, selló un “pacto de amor” con su gremio.
Dentro de la CGT lidera el espacio de mujeres sindicalistas y su nombre suena para integrar un posible triunvirato en la nueva conducción. Dice que la incomoda hablar de ella pero promueve una renovación generacional y cree que es hora de que una mujer integre la conducción de la CGT.
En su despacho abunda la figura de Evita en cuadros, adornos y libros y, a diferencia de la mayoría de los dirigentes, la de Perón apenas aparece en algún libro. Cree que la irrupción de Milei es resultado de la incapacidad de todos los gobiernos democráticos de estructurar un modelo de desarrollo y saluda la impronta política que, dice, le imprimió Héctor Daer a la CGT.

Foto: Edgardo Gómez
-¿Cómo es tu trayectoria?
– Empecé como presidenta del centro de estudiantes en el secundario. Salí de ahí y fui a trabajar. Lo primero que pedí fue la ficha de afiliación a mi gremio a pesar de que era meritoria. Mi primer cargo electivo fue congresal suplente número 22, en 2006. Pero el primer eje de organización fue la lucha contra esa figura de meritorio que es trabajo esclavo. Censamos a todos y reclamamos a la Corte que los prohibiera. Pusimos una carpa en Plaza Lavalle e hicimos una huelga de hambre por once días. Dormíamos ahí. El que más aguantó el ayuno fue Julio Piumato. Conseguimos que nombraran a 1.100 meritorios. Toda esa camada hizo un pacto de amor con la organización y no nos fuimos más.
-¿Tienen un planteo sobre cómo debiera constituirse la Corte y elegir Procurador o solo piden que se cumpla la institucionalidad?
-El sistema de selección está perfecto. El problema es que la política tiene incapacidad de tener acuerdos. Lo vemos en la Justicia pero también en todos los ámbitos de la organización del país. Hay una incapacidad de la política de tener consensos básicos para no estar empezando siempre de cero.
-¿Cómo ves el escenario en términos económicos, sociales y de derechos humanos?
-Es un gobierno fiscalista con la mirada fija en garantizar el equilibrio fiscal. En esa anteojera con la que miran la realidad se llevan puesto todo. No les importa que atrás de todo eso hay un país, una Nación y un pueblo que es el dueño de todos esos recursos. Pero su equilibrio tiene matices porque así como es duro con los sectores populares hay candidez con los sectores económicos concentrados. Su objetivo político no está del todo develado. Me niego a creer que alguien quiera llegar al gobierno para destruirle la vida a una persona. Por ahí tenemos la desgracia de que eso está ocurriendo en vivo y en directo y tengamos que hacer todos los esfuerzos para que esto termine lo antes posible.
-¿Crees que está dispuesto a cerrar el Congreso? El veto sistemático compromete el régimen político…
-Lo veo complicado.

Foto: Edgardo Gómez
-¿Porque no quiere o no puede?
-Va a esperar que le vaya bien en las elecciones y ver cuánto puede hacer. Ahí vamos a tener un escenario nuevo para analizar. Si la decisión del presidente con un congreso más favorable es arremeter contra las instituciones habrá que ver cómo se pone la calle.
-¿Cómo se explica que haya llegado al gobierno?
-Hasta ahora se hicieron muchas cosas mal. Es verdad que es importante tener un país equilibrado en sus cuentas, uno en su casa no gasta más de lo que tiene porque sabe que no tiene cómo pagarlo. No es descabellado el planteo pero nadie reduce gastos a costa del hambre de sus hijos. Lamentablemente no se dio respuesta a un montón de necesidades que estaban sobre la mesa y se hizo eje en cuestiones, sin duda muy importantes, pero que no eran las centrales para el pueblo trabajador.
-Ves responsabilidad en todos los gobiernos de la democracia incluyendo los peronistas…
-Sí, algunos más inclinados hacia el conjunto del pueblo y con un montón de políticas progresistas y valorables para contener situaciones muy difíciles de pobreza pero sin capacidad para desarrollar el país. No puedo dejar de reprochar que no hemos podido revertir esa situación de no crecimiento en 50 años.
-¿Si el gobierno insiste con vetar leyes populares la respuesta es en octubre o antes en la calle?
-Todos van a esperar las urnas. El gobierno, la oposición y nosotros también. La preocupación es qué pasa después. No es que si gana indefectiblemente va a ser más destructivo de lo que fue hasta ahora. No tengo la bola de cristal. Lo vamos a ver con al día siguiente cuándo diga cuál es su programa para los próximos dos años.
-Desde que asumió se perdieron 150 mil puestos registrados, el salario real siguió cayendo… ¿Hay responsabilidad de la CGT?
-Que se pierdan puestos de trabajo no es responsabilidad de los trabajadores y menos aún de los trabajadores organizados. Los sindicatos están todos peleando y hay medidas de fuerza a diario. Donde hay un abuso hay una denuncia.
-¿Por qué no hubo otro paro nacional después del 10 de abril?
-Se van generando distintos hechos políticos del movimiento obrero. Paros, movilizaciones y actos de distinta índole. Además de las batallas que cada gremio libra en su sector.
-Carlos Acuña y Héctor Daer ya anunciaron que no siguen. ¿Qué balance haces de sus tres mandatos?
-Me gustó mucho que, en los últimos años, la CGT estuvo más metida en la discusión del país. Es más la CGT que necesitamos cuando adopta esa conducta. Se vio la necesidad de hacerlo porque depositamos la confianza en alguna dirigencia política que no hizo lo que esperábamos. Uno tiene la posibilidad de torcer el rumbo a un gobierno, pero no gobernamos. Con el tiempo se fue expresando qué es lo que queríamos los trabajadores para el país. Es el gobierno al que en menor tiempo se le hizo un paro. Menos mal, sino no sé dónde estaríamos. Logramos que de 60 artículos laborales en la ley Bases solo quedaran 12. Combinando presencia en la calle, declaraciones, posicionamientos y un trabajo fino dentro del Congreso. Es inteligente la decisión de la CGT de no adelantar la elección. Es importante saber con qué va a venir el gobierno porque eso va a determinar el carácter de la conducción.
-¿Está agotado el modelo del triunvirato?
-Priorizo mantener la unidad. El triunvirato fue un mecanismo válido para eso. Todos queremos volver a tener figuras que, acompañadas por el conjunto, representen y expresen esa fuerza en una persona. La renovación que se anuncia y que es parte de los consensos intergeneracionales dentro de la CGT va a parir también formas distintas de funcionamiento y representación. Estoy muy entusiasmada con lo que puede traer la anunciada renovación de la CGT.

Foto: Edgardo Gómez
-Vos sos muy joven y mujer. ¿Esa condición dificultó o potenció tu desarrollo?
Hay una generación de dirigentes sub-50 que son secretarios generales. Hay un consenso intergeneracional sobre que esa generación intermedia tiene mucho para dar, con mayor protagonismo y nuevas formas de trabajo.
-Hubo una discusión interna por la marcha del colectivo LGTBIQ+. Promoviste esa participación como “mujeres sindicalistas”. ¿Hubo un choque?
-Los diarios sobredimensionaron. Fue un mecanismo para lograr una vía de consenso. En los ámbitos de juventud y de mujeres, las discusiones son más horizontales. La mesa de mujeres no requiere esa formalidad para reunirse. Aprovechamos ese ámbito para tomar la definición. Participaron un montón de organizaciones que no estaban en la mesa de mujeres pero estaban de acuerdo y hubo una columna inmensa de la CGT.
-Se menciona tu nombre para integrar la secretaría general de la CGT. ¿Qué opinas?
-No, no sé. No me siento cómoda hablando de mí misma. Sí creo que puede haber una mujer en la secretaría general.