Vuelve Sombras, por supuesto, la obra de Romina Paula que, según dice su autora, “nunca dejó de estar”. “Lo que pasa es que las agendas de los actores son un infierno, combinadas con la del Arthaus, que resulta como itinerante. Nunca dejamos de estar, y tampoco la hicimos en otro lado. Vamos y venimos, pero hay meses que no la hacemos”. A Paula le causa gracia la pregunta de por qué nunca la sacaron de ahí. “Es una buena imagen”, dice.

La obra, estrenada en 2023, no es un artefacto, un objeto, aunque claro que puede funcionar como tal. “Lo consideramos, pero por un lado no es muy fácil hacerla así a cuatro frentes (NdR: la obra se desarrolla en un espacio rectangular con público en cada lateral, lo que se dice una puesta sin cuarta pared). Y después ahí tenemos facilidades para ir y venir, que con los chicos está un poco complicado: comprometerse con tanto tiempo de anticipación y después les surgen cosas”. Los chicos en cuestión son Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa, Esteban Lamothe y Susana Pampín, nombres nada fáciles de conseguir y menos de juntar. “Es una pesadilla, cada vez tienen más trabajo. Por suerte, para ellos pero no para la obra”.

Pero finalmente se las arreglan. “Esteban Lamothe en Fauna, que es nuestra obra anterior, no había podido estar, y fue el mayor impulsor de volver a juntarnos. Hay algo de lo que nos sucede cuando trabajamos juntos que no está en otro lugar. Por eso, al final de alguna manera tienen este espacio”.
La obra continúa la labor que la compañía El Silencio viene desarrollando con Algo de Ruido hace, El tiempo todo entero y Fauna. Y también un tiempo que Paula recorre de diversas maneras en su obra, nunca central, nunca haciendo foco en él, sino en sus secuelas e irradiaciones de distinto tipo y dimensión: el período que abarca el antes y después de su año de nacimiento, 1979.
“En la nueva Sombras eso se actualiza un poco, pero para mí el hijo que no está también podría ser Santiago Maldonado. Como algo de violencia institucional en cualquier momento histórico. Finalmente, me encuentro hablando de eso pero no es que me lo propongo”, señala. “Sin embargo, cuando estoy escribiendo hay algo de todo lo que está alrededor que va a parar ahí. Lamothe y yo leemos mucho sobre crímenes. Noticias. Siempre intercambiamos eso. Y hay algo de eso de las muertes, de lo que cuenta sobre la sociedad, que siempre me pareció como que ahí se hace síntoma. Y eso para la realidad es espantoso pero para la ficción tienen un potencial”.

Por magnitud de crímenes, aquella de los 70 fue una época insuperable. Pero Santiago Madonado no es tomado comúnmente como un punto de inflexión. Paula asegura que aquello “no está sanado para nada, y uno pensaba que había un acuerdo tácito de cosas que no pueden volver a suceder y ahora parece que no”.
Y también que la muerte de Maldonado es el hecho criminal que interroga. “(Patricia) Bullrich, en vez de estar en un lugar cada vez más deteriorado está en uno más empoderada. Siempre está a la cabeza de esas violencias y ahora más que nunca. Está en un lugar de muchísimo poder y aún pudiendo producir más daño. Hay algo de la edad de Santiago Maldonado, y más allá de él, lo que él representa como el joven idealista, buena persona. De un tipo de joven que existe un montón. Ahora aparece más el joven pendiente del dinero, que quiere ganar plata y hacerse famoso pronto, pero para mí en el mundo hay belleza y está lleno de Santiagos Maldonados. Ese caso cristaliza mucho de la situación actual”.
En la obra los cuatro protagonistas están todo el tiempo en escena, tengan o no algo para decir, tengan o no algo para interactuar con sus compañeros. “Hay algo muy básico de mi parte cuando escribo: escribo para ellos y quiero que estén los cuatro por igual (ríe). No es que lo tenga bastante claro, pero hacemos una obra cada tanto y quiero que estén todos en escena. Hay escenas en las que la acción pasa por dos de los personajes y los otros dos escuchan, y hay algo de la escucha del actor cuando la acción no está pasando por él o por ella que me fascina bastante cuando lo veo y cuando lo escribo”.

Y también ocurre un efecto no buscado. “Cuando la estrenamos en el 23 para nuestros parámetros llegamos con poco ensayo. Hay mucho texto en la obra pero estaba justo, como con pinzas. Y cuando esto sucede los actores van a lo seguro, van a tratar de decirlo todo. Y con el tiempo y los reemplazos (debido a la agenda de los cuatro principales algunas funciones se hacen con otros artistas) vas descubriendo modos, cosas que se van ablandando. La obra no cambió, pero los actores van metiendo mucho. Creo que ahora dura una hora y diez, y está anunciada de una hora: es una diferencia enorme. Y es por haberse apropiado de la obra e ir habitándola y entendiéndola también”.
Puede decirse que en Paula las narraciones se yuxtaponen: dramaturgia, novelas, películas (además de la actuación). “Las cosas más dolorosas, que me cuestan procesar, pienso que al escribirlas las voy a poder procesar y de alguna manera soportar, y a la vez cuando escribo siento que necesito haber vivido muchas de esas cosas que escribo. Para mí escribir y vivir es lo mismo, necesito espacio para una para que la otra suceda”.
Pero también hay algo más de esta época. “Creo que lo rápido del cambio de paradigma uno no llega a procesarlo. Sin ir tan lejos de chica no tenía teléfono fijo e iba a la avenida con mi mamá para hablar por teléfono y hoy hay ChatGPT. Es muy rápido. Sin duda, la linealidad no es tal pero no sé qué todo de eso puedo procesar. Uso Whatsapp y esas cosas, pero me agota un montón; no lo puedo negar pero la cantidad de información de ahí no sé qué significa. Tampoco el espacio es lineal”.
Sombras, por supuesto, de Romina Paula
Con Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa, Esteban Lamothe y Susana Pampín. Los días 1, 2, 3 y 4 de septiembre a las 20 en Arthaus, Bartolomé Mitre 434.