El acta de fundación, fechada en 2006, parecía más un gesto de memoria que el inicio de un proyecto sólido: un puñado de cooperativas rurales se reunió para evitar que la tradición federada desapareciera tras el derrumbe de FACA, la histórica Federación Argentina de Cooperativas Agrarias.
La quiebra de esa organización a fines de la década del 90 había dejado heridas profundas y muchas entidades quedaron endeudadas, aisladas y sin cobertura institucional. En ese contexto nació la Federación de Cooperativas Federadas (FeCoFe), que durante años fue apenas una sigla sostenida por convicción, sin presencia pública ni estructura consolidada.
El verdadero punto de inflexión llegó en 2011. Las tensiones internas en la Federación Agraria Argentina (FAA), donde FeCoFe había surgido, coincidieron con una generación joven de dirigentes que buscaba mayor democracia interna y formas cooperativas de organización. A partir de ese momento, la federación rompió su dependencia de FAA y con identidad propia comenzó a representar a cooperativas agrícolas, ganaderas, vitivinícolas, yerbateras, lácteas y hasta empresas recuperadas.
Hoy FeCoFe tiene presencia en trece provincias y agrupa entidades de todo el país, desde Misiones hasta Mendoza, desde la cuenca lechera santafesina a las regiones cerealistas y olivícolas. Su crecimiento se explica por una necesidad concreta: muchas cooperativas quedaron solas tras la fragmentación del sector y encontraron un paraguas institucional para sobrevivir. Esa trama de vínculos construyó algo más que una red comercial ya que consolidó una organización que busca reconstruir el tejido social rural.
Orlando Cosenza, integrante de FeCoFe, comentó a Tiempo Rural que “en los pueblos del interior la importancia de estar organizados de forma cooperativa trasciende lo económico: las cooperativas sostienen empleos, financian clubes y escuelas, apoyan actividades culturales y deportivas”. En muchos casos, son más influyentes que los municipios: la cooperativa es el corazón de la comunidad. “Para la federación, el Estado es un actor indispensable: su intervención define si los recursos se concentran en grandes empresas o se distribuyen entre productores y organizaciones solidarias” señaló Cosenza.
El presente de FeCoFe está marcado por una disputa estratégica en el mercado alimentario teniendo en cuenta que productos básicos como los fideos, la leche o el aceite están concentrados en pocas manos. El ejemplo más destacado es el de la comercialización de las pastas secas donde más del 70% es controlado por sólo tres empresas. Ante esa realidad, la federación busca fortalecer la producción en origen y acortar los circuitos de comercialización, evitando que los alimentos recorran miles de kilómetros con costos de flete que encarecen los precios. El desafío es inmenso: competir en un escenario dominado por monopolios y oligopolios requiere organización, alianzas y políticas públicas a medida.

Por eso FeCoFe apuesta a la articulación con otras organizaciones. Desde hace cinco años integra la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA) junto a la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) Somos Tierra, Bases Federadas y la Federación de Organizaciones Nucleadas de la Agricultura Familiar (FONAF). Este espacio se propone visibilizar al “campo que alimenta”, el de los pequeños productores, campesinos y cooperativas, frente a la narrativa de la Mesa de Enlace y el modelo agroexportador concentrado. Cosenza destacó que, para la federación, “si no hay representación política no hay futuro para las economías regionales”.
Otro eje de trabajo es el tecnológico. Para FeCoFe, el desafío no es solo modernizar procesos productivos, sino también reducir la brecha que separa a cooperativas y pymes de las grandes empresas. A esto se suma el impacto de las tecnologías de comunicación: redes sociales y algoritmos que fragmentan comunidades y dificultan la organización colectiva. La federación busca construir “teoría para la acción” en un contexto donde el individualismo avanza y la representación institucional se debilita.
Su estrategia se resume en dos líneas: producir propuestas concretas para cada cadena productiva y consolidar un sector fuerte y consciente, preparado para aprovechar momentos políticos favorables. Fecofe “aspira a integrar un proyecto agrario nacional que contemple la diversidad territorial y productiva del país”, afirmó Cosenza. Para ello, impulsan “redes de comercialización solidaria y políticas que fortalezcan el agregado de valor en origen, promoviendo que los alimentos se procesen y distribuyan cerca de donde se producen”.
A casi dos décadas de su nacimiento, la federación destaca la importancia de fortalecer “la memoria de las cooperativas centenarias que sostuvieron pueblos enteros, pero proyectando el desafío contemporáneo de construir comunidad en un mercado globalizado y concentrado”. Su historia, más que un recuento de fechas, es el reflejo de la resistencia y la creatividad de cientos de productores que encontraron en el cooperativismo no solo una forma de organizarse, sino una herramienta para disputar futuro. Cosenza lo resume en una frase cuando asegura que “la esencia de la cooperación es juntarse para tener más fuerzas”.
Cosenza aseguró que FeCoFe se consolidó como algo más que una federación y hoy es “una voz política, social y productiva que encarna la defensa de los territorios rurales y de una manera distinta de pensar el sistema agroalimentario”. Su recorrido demuestra que, en medio de las transformaciones tecnológicas y los cambios culturales, el cooperativismo sigue siendo una apuesta viva y una forma de comunidad que, lejos de desaparecer, se reinventa para responder a las necesidades del presente.